Un elemento imprescindible de la devoción popular en el mundo rural han sido los cantos de aurora que todavía a comienzos del siglo XXI siguen perdurando (o al menos lo hacían en época pre-pandémica) en varias localidades alavesas y que combinan características comunes entre sí, pero también diferentes de un lugar a otro.
A grandes rasgos, se sabe que ya en el siglo XVII existían cofradías o hermandades de “auroros, despertadores o rosarieros” que llamaban a los fieles a rezar el Rosario de la aurora. Pero el mayor apogeo se produjo a partir del siglo XVIII, en paralelo a la devoción hacia el propio Rosario. Así, comenzaron a practicarse los Rosarios cantados los domingos y días de fiesta siguiendo melodías sencillas y populares, que dieron paso a grupos organizados conformando cortejos de faroles, campanillas, etc. que invitaban al vecindario a acudir al rezo del Rosario en la primera misa de la mañana tras haber aludido al santo y festividad del día, a quien estaría dedicado.
En los pueblos de Álava todos los vecinos tienen que contribuir al mantenimiento de las propiedades del pueblo: edificios, caminos y terrenos. Para ello se hace una prestación personal vecinal conocida como vereda.
El regidor o presidente de la junta administrativa convocaba a campana tañida el concejo, hoy se buzonea una circular por las casas. En otro tiempo, la circular se pasaba de casa en casa; el regidor la llevaba a la más próxima a la suya y este a la siguiente hasta que se cerraba el círculo en la que había salido. En ella se anunciaba la hora, que si era día laborable se recordaba a toque de campana y si se trataba de un asunto sin mucha importancia se trataba el domingo a la salida de misa. (más…)
La Cuaresma era un periodo de abstención de bailes. Para los mozos resultaba más pasadero, pero para las jóvenes un tormento, consistía en pasear los domingos o jugar a las cartas.
En los pueblos la juventud femenina, si el tiempo lo permitía, paseaba por la carretera. Si la jornada se presentaba lluviosa se juntaban en una casa a jugar a las cartas y tomaban chocolate o hacían hormigos, al toque de oración se retiraban a sus casas. Para tratar de quitarles el chocolate, los muchachos les gastaban alguna broma tal como ponerles picante en el brasero o valiéndose de una escalera robarles la cazuela de la ventana. Era una época en que no se disponía de neveras ni frigoríficos y los guisos y los postres se ponían a enfriar en el alféizar. (más…)