Trashumar espacios pasa por cambiar periódicamente de lugares y de hogares, en el sentido estricto de la palabra. Y en ese itinerar vital, trashumar y ganado forman un binomio inseparable que durante siglos ha permitido el desarrollo de los pueblos. En ese desarrollo, los conocimientos tradicionales han sido fundamentales en la perpetuación, durante generaciones, de las formas de vida del mundo rural asociadas al pastoreo y la cría de ganado.
Estrechamente relacionada con las cuestiones del patrimonio cultural inmaterial, la tradición oral ya nos dice que “es la vida del pastor, la vida más arrastrada, que en el orbe de la tierra, por experiencia se halla”. Arrastrada, no solo por comprometida y dura, sino también por nómada y apartada. Apartada de los pueblos y adaptada a la naturaleza de donde el pastor, tradicionalmente, ha extraído los elementos necesarios para construir otros hogares fuera de su hogar. De ahí la importancia de la arquitectura vernácula que ha cobijado al pastor y al ganado de las inclemencias del tiempo y los azotes de la naturaleza, permitiéndoles trashumar de norte a sur y de este a oeste.