En el primer apartado del artículo titulado Euskarakadak hablamos de cuestiones fonéticas, mientras que en este segundo nos centraremos en el área de la sintaxis.
Para hacernos una idea de lo que vamos a hablar, bastaría con recordar cómo hablaba el personaje Koldo Zugasti (el actor Karra Elejalde) en la película Ocho apellidos vascos: «Siempre me acordaba del cumpleaños tuyo; pero tampoco llamarte no iba a hacer, porque lo mismo igual te ponía incómoda o así…».
El día 9 de febrero se celebra desde hace media docena de años el día mundial de la pizza. Por los datos que se manejan fue instaurado en los EEUU de América y desde allí ha ido extendiéndose por el resto de países llegando incluso a celebrarse en Bilbao. Pero no es sobre la gastronomía de la pizza de lo que voy a tratar en este artículo, sino de algo bastante más conocido: el bacalao en Bilbao, que lleva entre nosotros ya casi 5 siglos, aunque no tiene un día específico para celebrarlo. Gastronómicamente se conocen varias recetas y se ha escrito bastante sobre ello, por lo que podríamos asegurar con aquella manida frase de que el bacalao está aquí “desde siempre o desde tiempo inmemorial”, frase que más o menos se usa para todo lo que creemos muy nuestro, desde siempre, como las angulas (txitxardinak), cuyo documento más antiguo y concreto sobre su consumo yo lo tengo localizado a principios del siglo XIX y no antes. Cuando alguien asegura que algo es desde tiempo inmemorial, solo lo podemos fijar como mucho con dos o tres generaciones de tiempo, cómo máximo unos 100 años de manera fidedigna, no más, y si alguien opina lo contrario es libre de hacerlo, pero debiera apoyarse en algún documento que lo muestre.
El euskera, al menos desde que lo conocemos, es una lengua pequeña en cuanto a número de hablantes y ámbito de uso, pero ha tenido que vivir junto a grandes lenguas a lo largo de toda su historia. Tuvo al celta y al ibérico de vecinos antes de que los romanos trajeran su lengua imperial a estos lares. El euskera vivió durante mucho tiempo junto al potente latín, y hoy día limita con las grandes lenguas francesa y española que son descendientes de aquel latín. La influencia antigua del latín es evidente en el euskera actual, tanto en el léxico como en la morfosintaxis. También la del castellano y el francés posteriores. ¿Pero acaso no ha dejado nuestro modesto euskera nada de huella en las grandes lenguas que le han rodeado?
Los topónimos designan lugares: casas, calles, arroyos, barrios, montes, parajes, etc. Nos ofrecen un testimonio sobre nuestra ciudad y nuestro entorno, aportando infinidad de datos, características geográficas, históricas y etnográficas. Y no solo habla del entorno, de la sociedad y de la forma de vida, sino que también da cuenta del idioma.
Es por ello que debemos velar por la preservación de la misma, al igual que lo hacemos con los demás elementos que conforman el patrimonio cultural inmaterial. Aún más si tenemos en cuenta lo rápido que está cambiando la sociedad, lo rápido que estamos avanzando. Y es que, en las últimas décadas, la creciente urbanización del territorio está provocando la pérdida de nombres de muchos lugares; y a su vez, la creación de otros nuevos.