En franca oposición a las labores de trabajo encontramos el ocio y la fiesta. Cualquier calendario festivo está plagado de celebraciones que se agrupan alrededor de los ámbitos público y privado, conformando una mezcla de elementos del pasado y de nuevo cuño.
El otoño, estación y ciclo, inicia su andadura con algo tan incrustado en el santoral como el día de San Miguel: Artzentales y Sestao, entre otros y, dando paso a noviembre, el cual viene precedido de Halloween: importado sí, pero no debemos olvidar que el vaciado de calabazas con el fin de atemorizar a los vecinos ya existía antaño. Los días de Todos los Santos y Difuntos, familiares y amistades se acercan a los cementerios, materializando la “tradición” no autóctona de portar y depositar flores y coronas en las tumbas.
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