La cocina (ezkaratza) ha sido y sigue siendo el corazón de la casa y de la vida familiar. Dentro de ella, el fuego del hogar era el elemento fundamental, pues servía para cocinar los alimentos, tanto de los moradores como de los animales, y calentar la casa. En su entorno se vivían infinidad de escenas familiares, se contaban viejas historias y se transmitían conocimientos.
Para construir el fuego bajo (beheko sua) de los caseríos se necesitaba un marco de tres lados, que se elaboraba con madera de castaño o duramen de roble. Los dos lados paralelos se clavaban a la pared y el tercero servía de unión de los otros dos. Y había que apuntalarlos para evitar que se cayeran. El interior se levantaba con ladrillo, como los tabiques. La solera era de hierro colado, porque de ser de hierro dulce se doblaría, e iba montada sobre una pequeña plataforma. El trasfuego (txapea) era también de hierro colado, en algunos casos de piedra arenisca, y solía estar decorado con motivos religiosos o profanos, como el Árbol de Gernika.
En la casa tradicional los componentes de su estructura: tejado, paredes, puertas y ventanas, servían para proteger el fuego del hogar, que era el elemento principal de la casa sin el cual no podía entenderse la vivienda, refugio de la familia. De todas las inclemencias atmosféricas que acosaban al fuego doméstico y que la casa protegía, la más temida siempre fue el viento fuerte, capaz de propagar esas llamas y sus chispas a la estructura protectora y que acabasen devorándola por ser mayoritariamente de madera. (más…)