El 3 de febrero, celebramos san Blas, encajado dentro de unas fechas muy marcadas por creencias y rituales, probablemente anteriores, ya que parecen coincidir con el despertar de la naturaleza.
La Iglesia, una vez más, lo sustituyó por el culto al armenio Blas de Sebaste, san Blas, médico, obispo de Sebaste y mártir cristiano. Su devoción se expandió por toda Europa durante la Edad Media y desde entonces se le considera protector de los males de garganta. Y es de este último aspecto desde donde podemos deducir todas las costumbres de ese día que practicamos.
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