Trashumar espacios pasa por cambiar periódicamente de lugares y de hogares, en el sentido estricto de la palabra. Y en ese itinerar vital, trashumar y ganado forman un binomio inseparable que durante siglos ha permitido el desarrollo de los pueblos. En ese desarrollo, los conocimientos tradicionales han sido fundamentales en la perpetuación, durante generaciones, de las formas de vida del mundo rural asociadas al pastoreo y la cría de ganado.
Estrechamente relacionada con las cuestiones del patrimonio cultural inmaterial, la tradición oral ya nos dice que “es la vida del pastor, la vida más arrastrada, que en el orbe de la tierra, por experiencia se halla”. Arrastrada, no solo por comprometida y dura, sino también por nómada y apartada. Apartada de los pueblos y adaptada a la naturaleza de donde el pastor, tradicionalmente, ha extraído los elementos necesarios para construir otros hogares fuera de su hogar. De ahí la importancia de la arquitectura vernácula que ha cobijado al pastor y al ganado de las inclemencias del tiempo y los azotes de la naturaleza, permitiéndoles trashumar de norte a sur y de este a oeste.
En castellano conocemos con el nombre de «zoqueta» a una pieza de madera, a modo de guante, con que la persona que está segando la mies resguarda de los cortes de la hoz los dedos meñiques, anular y corazón de la mano izquierda. En euskera lo documentamos como esku-kapela pero no es una palabra conocida, algo residual, ya que ese aparejo ha sido mayormente usado en la vertiente mediterránea de Euskal Herria, donde abundaba el cereal, pero se perdió mucho antes el euskera. En la vertiente norte, al contrario, es un objeto totalmente desconocido.
Zazpitxaboleta es un paraje situado bajo la cima de Belatxikieta, que albergó un pequeño, húmedo y dulce hayedo y; a su vera, siete cuadras de ovejas que indicaban la importancia de la ganadería en aquel momento. Un paraje elegido desde antaño por los habitantes de los alrededores, porque ofrecía inmejorables posibilidades para dicho modo de vida. Desde la Edad Media, era una zona poblada de seles, arboledas sombrías, arroyuelos, pastizales, y zonas rocosas propicias para que pastara el ganado.
Por otra parte, en los alrededores había bastantes animales perjudiciales y para para hacerles frente, los pastores localizados entre Mugarra a Aramotz se reunían para afrontar el problema. Dichas reuniones recibían el nombre de azeri-batzarra. Estas juntas se celebraban un año en Mugarra y al año siguiente en Belatxikieta, y estando reunidos en una de ellas, Don Emiliano Zuloaga, nuevo terrateniente de los alrededores de Zazpitxaboleta, se percató de la preocupación de los pastores por la ausencia de una ermita en la zona, ya que en aquel momento la fe cristiana era muy importante.
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A finales de noviembre de 2023, tras más de cuatro siglos de presencia en la localidad guipuzcoana de Tolosa, cerraba allí sus puertas el convento de Santa Clara, replegándose las últimas cuatro religiosas clarisas que allí quedaban a otro convento. Antes de que se materializase su marcha, y con la colaboración de ellas, quien esto firma tuvo la oportunidad de realizar un inventario exhaustivo de todas las piezas antiguas que había entre aquellas paredes conventuales que habían acogido a esta comunidad religiosa de vida en clausura, la Orden de Santa Clara (clarisas). Así pues, desde mayo hasta octubre de ese año, se realizó una intervención patrimonial que tuvo como objetivo salvaguardar la memoria de ese convento, lo que se tradujo en la elaboración y publicación de cuatro libros diferentes, en la grabación de la memoria oral de las cuatro últimas religiosas, en la realización de un documental y en la organización de una exposición.