Las campanas u otros elementos sonoros subsidiarios y su repique han marcado tradicionalmente los momentos del día (horas canónicas u horas astrales), situaciones de celebración históricas o hechos puntuales acontecidos, noticias acaecidas o posibles peligros inminentes. Ocurriendo esto, durante siglos, tanto en las colectividades civiles como en las comunidades religiosas.
De este modo, en las localidades cacereñas del valle del Jerte o las Hurdes y en las salamantinas de la Sierra de Francia (La Alberca o Mogarraz), existe un ritual diario que al crepúsculo se repite y se conoce como el toque de ánimas. Consiste en un recorrido al atardecer que realiza una mujer (moza de ánimas) al son de una esquila bajando por la calle Real, va sin hablar o saludar a nadie y no se para en su recorrido, recitando o murmurando una oración por las almas del Purgatorio, dejando de tocar en las cruces de caminos o plazas; y las gentes se descubren o santiguan a su paso. Y su origen se asocia a la Cofradía de Ánimas establecida hacia el siglo XVI, tan extendida en toda la Península.