Si existen en el calendario unas fechas propensas para las soluciones milagrosas esas son las de los dos solsticios anuales.
En esta ocasión nos referiremos al solsticio de verano, es decir, a la noche previa al día de San Juan, con un gran potencial para soluciones extraordinarias, aquellas que superaban toda lógica y orden natural.
Así pues, uno de los rituales habituales de esa distinguida noche iba destinado a sanar niños herniados. Eran criaturas con evisceración parcial de las tripas a través de un desgarro en la membrana peritoneal que presentaban un bulto en la zona abdominal, a menudo en la ingle, allí donde se junta el muslo con el abdomen inferior. Dicha lesión podía tener consecuencias muy graves, incluida la posibilidad de la muerte.
Hasta no hace tanto tiempo existió entre nosotros una bella costumbre popular que se celebraba en el día de San Juan. Consistía en observar y admirar el sol en el momento del amanecer ya que supuestamente era el día de su mayor apogeo, el solsticio de verano. Por ello surgía sobre el horizonte más vistoso y alegre que nunca, contento por saber que era su gran celebración.
La cita más incuestionable sobre aquella antigua tradición nos la ofrece Pascual Madoz en su Diccionario geográfico elaborado entre los años 1845 y 1850, en el que recogió información de todo el reino en base a las respuestas remitidas desde los diversos pueblos. Y dice así en la entrada de «Gorbea»: «Principalmente el día de San Juan Bautista suele ser extraordinaria la concurrencia que para los primeros albores del día se halla ya en la cima, esperando la magnífica salida del sol». Un acto muy popular y que, sin embargo, se nos escapa de los recuerdos más recientes y de las encuestas etnográficas.
Como es conocido, la víspera y la festividad de San Juan (24 de junio) poseen una gran amalgama de rituales simbólicos asociados a la tierra (personas, animales, cosechas o vegetales protectores), agua (creencias de limpieza, regeneración y curación), aire (momento mágico de liberación de seres nocturnos y malignos) o el fuego (elemento purificador o renovador). Unido a este último, tenemos presente la costumbre de subir la madrugada de San Juan a ciertos altozanos para poder observar la danza realizada por el astro rey o sol danzante (efecto óptico del denominado por la ciencia como sun dog, parhelio o falso sol). (más…)
Al día de san Juan, Doniane en euskera, que se celebra el 24 de junio van unidos creencias y ritos populares que en muchos casos son reminiscencias de antiguas fiestas y cultos solsticiales.
Aparte de las fogatas que todavía se siguen encendiendo al atardecer de su víspera, cuando nuestra sociedad vivía más en contacto con la naturaleza, otros elementos de ella como el agua de las fuentes y ríos, el rocío de la mañana, los árboles, las hierbas y las flores adquirían ese día un nuevo vigor saludable. (más…)