La noche y fiesta solsticial de San Juan desde hace siglos se han venido asociando a una infinidad de rituales de protección: utilización benefactora del agua manada en esta fecha, la libre circulación aérea de seres subterráneos y aéreos perjudiciales, el uso purificador del fuego y la importancia del astro rey en esa singular festividad. Si el sol ha propiciado la creencia colectiva de ser el día más largo del año (científicamente desmentido) y su singular y esperada danza al amanecer (efecto óptico conocido por sundog o parhelio) y las hogueras ululan la luz nocturna con sus llamas o hacen danzar las sombras de los que las rodean, no es de extrañar que las personas y comunidades quedasen prendadas por el espectáculo visual del momento, tratando de emularlo en sus actividades festivas domésticas o colectivas.
Desde hace unos años se viene dando una circunstancia que, para una parte de la población quizá pueda pasar inadvertida. Esta es la diferenciación entre estación (desde una visión u observación de un periodo) astronómica y meteorológica.
Si nos referimos al hemisferio norte y, concretamente, al invierno, mientras la primera se circunscribe al inicio que marca el Solsticio entre los días 19 y 22 de diciembre, según año, la segunda toma como base meses completos: diciembre, enero y febrero.
Se sabe que la celebración de los solsticios data de tiempos muy remotos. Pues bien, existen argumentos suficientes para pensar que algunas prácticas y creencias de nuestro pueblo podrían guardar relación con ciertos ritos solsticiales. Es el caso de una antigua tradición de Navidad que pocos guardamos y a la que dedicamos estas líneas. (más…)