Yo nací en un entorno rural y viví toda mi infancia en una casa de labranza (lo que ahora muchos llaman caserío), integrado en una sociedad agraria y con una estructura familiar típica formada por la generación de los abuelos, la de los padres y la de los críos. Los padres pasaban el día trabajando con el ganado, así que a menudo los principales cuidados los recibíamos de los abuelos. De ellos aprendimos a atender a los animales menudos, a realizar las labores sencillas de la huerta, a fabricar útiles para nuestros juegos, a rezar, a cantar, a jugar a las cartas, y además nos hicieron partícipes de entretenimientos entre los cuales destacaba escuchar sus historias y los cuentos maravillosos que nos relataban. (más…)
Nosotros somos la prehistoria de los milenios venideros. No por ello nos sentimos primitivos sino que contemplamos con cierta soberbia a quienes nos antecedieron en generaciones pasadas vanagloriándonos de todas las mejoras alcanzadas en comparación con la precariedad que les atribuimos. Sin embargo en quienes nos dedicamos a la etnografía anida la sospecha de que esa apreciación tiene demasiadas grietas, hasta el punto de que preferimos, al igual que Barandiaran, hablar de cambio antes que de progreso. (más…)