La RAE en su diccionario indica que uno de los significados del término identidad es el de, “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”, incluyendo los siguientes sinónimos: identificación, filiación y personalidad… A los que yo añadiría, entre otros, singularidad y raíz (origen); sin obviar que la identidad también se manifiesta en rivalidad, sana o insana, en ciertos deportes, celebraciones, etc.
Las fiestas de todo el año y, en particular las del verano, están cargadas de signos identitarios y elementos simbólicos, generales o específicos; tanto desde el aspecto material, como en lo que se refiere a lo intangible. Quién no ha escuchado ―algo que hemos tratado en otros artículos de este blog― expresiones como “este festejo es de toda la vida”, o “esto no se hace en ningún otro sitio”.
Si existen en el calendario unas fechas propensas para las soluciones milagrosas esas son las de los dos solsticios anuales.
En esta ocasión nos referiremos al solsticio de verano, es decir, a la noche previa al día de San Juan, con un gran potencial para soluciones extraordinarias, aquellas que superaban toda lógica y orden natural.
Así pues, uno de los rituales habituales de esa distinguida noche iba destinado a sanar niños herniados. Eran criaturas con evisceración parcial de las tripas a través de un desgarro en la membrana peritoneal que presentaban un bulto en la zona abdominal, a menudo en la ingle, allí donde se junta el muslo con el abdomen inferior. Dicha lesión podía tener consecuencias muy graves, incluida la posibilidad de la muerte.
Última semana de mayo, primera quincena de junio… todo depende del estado de los pastos, de cómo vaya la primavera; pero en cualquier caso es el momento de dejar las Bardenas Reales y enfilar por la milenaria Cañada Real de los Roncaleses con los rebaños de ovejas rasas en busca de los pastos de alta montaña del Valle de Roncal. Igual que se hizo el año pasado, y hace cinco, y hace cien, y hace más de mil años. Es tradición largamente milenaria y es derecho bien ganado, a base de bravura en el combate, por los roncaleses; no en vano fueron pastores en tiempos de paz y soldados en tiempo de guerra. Aquel temple guerrero es el que les convirtió en el año 882, en los primeros congozantes, también copropietarios, de las Bardenas Reales por disposición del rey Sancho García.
Las mascaradas son los carnavales tradicionales de Zuberoa. En las mascaradas, la sociedad se presenta dividida en dos grupos. Por un lado, los rojos, que representan la sociedad buena, honrada y formal. Entre ellos se encuentran las cinco personas principales: el señor y la señora, el labrador y la labradora, y los mariscales. Frente a ellos están los negros, sucios, harapientos e inmorales. En este grupo están los gitanos, integrados en Zuberoa desde antiguo, aunque la sociedad durante mucho tiempo tuviera prejuicios contra ellos. Además, están los personajes que interpretan antiguos oficios: los afiladores de espadas, los castradores de caballos, o los caldereros que arreglaban los calderos agujereados. El objetivo de la mascarada es, además de dar una imagen de la sociedad, criticarla de modo satírico.