El vino ha tenido asimismo importantes aplicaciones tanto en la medicina popular como en la alimentación.
En la terapéutica diaria de aquella sociedad navarra tan alejada de los fármacos, el vino y sus derivados eran ayuda para combatir muchos males. Con paños empapados en vinagre y con sal se trataban las torceduras en Améscoa, se untaban las picaduras de insectos en San Martín de Unx, con friegas de vinagre se atacaba la tiña en Izurdiaga y los sabañones en Larraga, y en otros lugares hasta las mordeduras de perro rabioso, pues se consideraba el vinagre como un eficaz desinfectante de las heridas. Otro de los usos habituales era emplear compresas de vinagre para disminuir la fuerza de las calenturas. (más…)
En una sociedad, como la navarra tradicional, donde la escasez de recursos obligaba a apurar aquellos de los que se disponía, el vino resultaba de gran utilidad en un sinfín de circunstancias. Era sobre todo un estimulante en la vida diaria tan sometida al trabajo físico. Podían preguntárselo a los jornaleros del campo, que ni siquiera probaban el agua en beneficio del vino: en las tierras de labor de las Nekeas, de Obanos, hubo a quien se le acabó el vino de la bota un caluroso día de agosto, por lo que se vio obligado a beber agua de una fuente, que terminó… por sentarle mal.
Ahora que estamos en tiempo de vendimia recordaremos que sus aplicaciones fueron tan diversas como múltiples sus presentaciones. (más…)