Si bien se ha dado en llamar al Carnaval, en otros tiempos en este país, la fiesta reina del Invierno, en el ámbito del Catolicismo y dejando al margen el ciclo navideño, la celebración de Santa Águeda, con el preámbulo de la Candelaria y San Blas, han conformado lo que podríamos denominar una “trilogía festiva” de corte sagrado-lúdico.
Tratamos del ordeño manual, eskuz erastea, en tiempos pasados. Para ordeñar las vacas había que crear un cierto clima de tranquilidad en la cuadra. Se procedía a limpiar la cama del recinto y se les echaba pienso en el pesebre para que se estuvieran quietas.
Se ponía agua en un balde y se procedía a limpiar bien las ubres, erroak, del animal. Se tomaba la banqueta de ordeño que disponía de tres patas de apoyo y un orificio en el centro para moverla con facilidad.
Antiguamente se ordeñaba directamente a un balde de zinc, pero luego por el riesgo de que volcara el recipiente, se ordeñaba primero a una medida o tanque y de aquí se vertía al balde. En cualquier caso, cuando se ordeñaba directamente al balde, sobre todo a partir de la generalización de los baldes de plástico por su escasa estabilidad, había que tomar la precaución de sujetarlo bien con las rodillas y los pies.
La sustitución de la madera por los materiales sintéticos en la construcción naval ha traído la desaparición del color de los puertos de pesca y, casi sin darnos cuenta, una pérdida de identidad.
El color es una característica de las embarcaciones y de los puertos de pesca en cualquier rincón del mundo; y un determinado conjunto de colores, amén de las formas y de ciertos elementos de los barcos, es lo que singulariza los puertos de las distintas regiones y países. En los puertos vascos, por ejemplo, es aplastante el dominio del azul, el rojo y el verde, y rara vez encontraremos en ellos el negro o el amarillo. Ese conjunto de colores ha de ser reflejo, en alguna medida, de una manera de entender el mundo que se ha ido elaborando a lo largo de los tiempos hasta llegar a ser expresión de identidad.
«No he cometido ningún crimen como para tener que abandonar mi Tierra… ¿Será el otoño quien me aleje de Luhuso?», escribió el cantante Enaut Etxamendi en otoño de 1971 (Canto de Luhuso). De hecho, se decidió en pleno verano el cierre de la planta de explotación de las minas de caolín (o “piedra blanca”) de Luhuso, debido a su escasa rentabilidad. La empresa se cerró el 31 de julio de 1971. Dos días más tarde, los trabajadores llevaron a cabo una protesta bajo el lema de «Lana Euzkadin (Trabajo en Euzkadi)». Contaron con el apoyo de los creadores del movimiento Enbata que iba tomando fuerza en aquella época, así como de algunos cargos electos locales. A pesar de que ocuparon la empresa y bloquearon la carretera de Garazi, la empresa fue trasladada y, con el paso de los años, los peñascos de las minas de piedra blanca han quedado escondidos bajo el suelo. Hoy en día, quien camine por Luhuso apenas encontrará ningún rastro visible. Sin embargo, inspeccionando un poco, puede encontrar las entradas de las antiguas galerías y túneles. (más…)