Apuntes de etnografía

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El Saúco (intsusa) es una de las plantas más citadas en la bibliografía medicinal tradicional de nuestro continente. Se trata de un arbusto caducifolio que puede alcanzar una altura de dos a siete metros y cuyo nombre botánico es Sanbucus nigra.

Es una planta con un fuerte olor no muy agradable, y tiene una peculiaridad poco común en el reino vegetal: el núcleo de sus ramas es una médula blanquecina y esponjosa que se puede retirar con relativa facilidad. Al hacerlo, queda un tubo hueco que puede tener diferentes utilidades: cerbatana para lanzar proyectiles, soplador para avivar el fuego, cachimba o pipa para fumar o flauta. Hasta hace poco tiempo, los más jóvenes se entretenían fabricando y haciendo sonar este instrumento musical, para lo que, tras extraer la médula de la rama de saúco, hacían un agujero lateral y tapaban el otro con papel de fumar. Esta pequeña flauta recibía el nombre de flota en Elosua (Gipuzkoa) y de tulurte en el Valle de Larraun (Navarra).

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Aurreskua recreado en San Vicente (Barakaldo) por una agrupación (Laguntasuna) de las no consideradas “autóctonas” (2016). Foto: E. X. Dueñas.

A finales de abril comencé a oír la llegada inminente de unos días de asueto gracias al “puente” que se aproximaba: 30 de abril, domingo y 1 de mayo, festivo. No es nuevo el utilizar dicho término, tanto en los medios de comunicación como en la calle, cuando las fiestas no dejan hueco para un día laborable, pero las inercias en el vocabulario nos llevan a estos y otros errores de bulto: en el refranero, “veranillo de San Miguel” en lugar del de “San Martín”; en competiciones deportivas, líder a cinco puntos del segundo, en lugar de al revés…

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Mujeres trabajando en la papelera, las plegadoras. Fuente: Hernandorena Kultur Elkartea.

La industria tiene una larga trayectoria en el País Vasco y en esos años, ha sufrido múltiples altibajos. Cada comarca tiene su historia, pero en este caso, hablaremos de la industria papelera que fue tan importante en Tolosaldea (Gipuzkoa). Esta actividad comenzó con la apertura de Nuestra Señora de la Esperanza en Tolosa en el año 1842 y posteriormente se abrieron más fábricas en la zona, sobre todo en la cuenca del Oria.

La puesta en marcha y mantenimiento de las papeleras requería mucho personal. Se trataba mayormente de trabajos no mecanizados y, por lo tanto, se necesitaba mucha mano de obra. Esta nueva situación influyó directamente en los pequeños pueblos donde hasta entonces dominaba la vida tradicional ligada al caserío. Aunque esto afectó a toda la población, este artículo se centra en las chicas jóvenes de la época, que trabajaron en las papeleras desde que finalizaban sus estudios a los 14 años, hasta casarse.

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Campeonato de bolos entre las cofradías de Zeanuri en la bolera de Altzusta (1-X-2022). Autor: Jon Urutxurtu.

El juego de bolos está en riesgo de extinción. La pérdida paulatina del juego de bolos y el declive del mundo rural se han producido simultáneamente a partir de mediados del siglo XX, debido sobre todo al éxodo poblacional de las zonas rurales a las ciudades industriales.

Si actualmente es un deporte minoritario, antiguamente fue casi tan popular como la pelota. Se han perdido centenares de boleras —bolalekuak o bolatokiak— y sobre todo se ha interrumpido su transmisión cultural de generación a generación.

Son muchas las modalidades del juego de bolos tanto en Euskal Herria como en otras zonas del Estado. Solamente en el territorio de Bizkaia se pueden contabilizar unas quince modalidades diferentes, algunas de ellas ya desaparecidas. Una de ellas es la de Zeanuri. Las boleras existentes actualmente están junto a algunas de las ermitas de las siete barriadas o cofradías que conforman el municipio y en ellas se juega una vez al año, el día de la fiesta de la ermita.

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