El pasado 7 de octubre nos han dejado dos grandes euskaltzales vizcaínos, Martzel Andrinua y Luis Baraiazarra. Ambos frailes, pasionista el primero, carmelita el segundo; ambos grandes impulsores del euskera, ambos aficionados al bertsolarismo.
MARTZEL ANDRINUA
Martzel Andrinua Lariz nació en Ziortza-Bolibar en 1930. Estudió Filosofía en Tafalla y Teología en Urretxu.
Sirvió en las comunidades de Deusto, Euba y Berriz. Fue vicario territorial en el Duranguesado, párroco de Izurtza y Mañaria, responsable de la secretaría de pastoral rural y consiliario del movimiento Bizian gora en la zona euskaldun.
Euskaltzaindia le hizo miembro correspondiente en 1961 y euskaltzain de honor en 2018. Y la Diócesis de Bizkaia le concedió la Mención Karmelo Etxenagusia en 2018.
Gran aficionado al bertsolarismo, en los oficios religiosos y en los actos en los que participaba nunca faltaba algún bertso. Actuó de juez en los Campeonatos de Bertsolaris de Bizkaia y Euskal Herria. Hemos perdido un buen comunicador, como lo demostraba tanto en sus colaboraciones en la radio como en otros muchos eventos.
Era amante del lenguaje y de la cultura popular, en los temas de sus escritos y en su forma de tratarlos lo vemos con total claridad. Tenía grandes dotes para la creación y la comunicación, siempre cercano. Llevaba la religión y el euskera en su corazón, para la vida pero también escritor y traductor.
LUIS BARAIAZARRA
Baraiazarra nació en Meñaka en 1940. Tras estudiar en la escuela del pueblo, entró en el seminario de carmelitas de Amorebieta. Estudió Filosofía en Vitoria y Teología en Bilbao. En 1966, tras permanecer varios meses en Larrea, se trasladó al convento de Markina-Xemein, donde ha vivido hasta hoy.
Estudió Magisterio (1970) y durante años ejerció de profesor en el colegio Bera Kruz. Posteriormente se licenció en Filología Vasca (1982) por la Universidad de Deusto.
Durante su etapa como profesor, debido a la inexistencia de material en euskera, escribió dos libros que se hicieron muy conocidos: Euskal Herriko historia I y II.
Posteriormente se dedicó de lleno al diccionario, en el grupo Bostak Bat.
Euskaltzaindia le nombró miembro correspondiente en 1996 y de honor en 2010. En la Academia ha participado en varias comisiones de trabajo.
Luis escribió en numerosas revistas, pero es la revista Karmel a la que más se ha dedicado, como poeta, escritor y corrector. Entre sus trabajos destacan las biografías (de Augustin Zubikarai, de Santi Onaindia, de Jon Lopategi…) y las traducciones. Baraiazarra tradujo al euskera los textos del Concilio Vaticano II, así como las obras de Teresa de Lisieux, Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.
Durante varios años actuó de secretario de la Asociación de Bertsolaris de Bizkaia y también ejerció de juez en los campeonatos. Ha recibido varios homenajes, quizás el más especial el de su pueblo natal Meñaka en 2016. Desde entonces la biblioteca municipal lleva su nombre.
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