Hay que reconocer que poner el belén en casa o en la parroquia cuando llegan las navidades es una costumbre fuertemente arraigada en nuestra tierra. Cierto es también que esto no solo sucede en esta tierra vasco-navarra, sino en todo el mundo cristiano. Precisamente este mes de diciembre de 2023 se cumplen 800 años de aquel primer belén de la historia, un belén que fue viviente, de carne y hueso, excepto el Niño que fue una figurilla; sucedía esto en Italia a iniciativa de San Francisco de Asís. Es decir, fue aquel mes de diciembre de 1223 cuando la tradición belenista echaba a andar, inicialmente como belenes vivientes y poco después a base de figurillas; nacen estos como una herramienta pedagógica de los franciscanos para enseñar los pasajes bíblicos de Mateo y Lucas que narran la Natividad de Jesús a una sociedad que mayoritariamente no sabía leer. A partir de aquel momento fueron los franciscanos y las clarisas (rama femenina de los primeros) quienes van manteniendo y extendiendo esta tradición.
Y decíamos al principio que era “una costumbre fuertemente arraigada en nuestra tierra” por algo. No olvidemos que el primer convento franciscano del mundo accidentalmente se funda en Navarra, en la localidad de Rocaforte, año 1213; no olvidemos tampoco que el primer convento de clarisas fuera de Italia se funda en Pamplona, año 1225. Ambos hitos históricos se traducen en que el belenismo tiene en esta tierra una cuna que casi podríamos llamar primigenia, por ello no es casual ni el número de figuras antiguas que aquí se conservan, ni la antigüedad del asociacionismo belenista del que podemos hacer gala, así como la extensión de este.
Añádase a todo esto el hecho de que a una con los belenes surgen de forma simultánea las pastorelas, un género músico-teatral que hace que aquellas primeras figuras no solo fuesen vivientes sino que actuasen, que cantasen, que tocasen instrumentos. Así pues, tampoco es casual que las pastorelas, que testimonialmente todavía pueden encontrarse en Sudamérica como herencia cultural de los misioneros franciscanos, han tenido aquí su último reducto en el convento de Santa Clara de la localidad guipuzcoana de Tolosa, de las clarisas, en el que han sobrevivido hasta el último cuarto del siglo XX. Extinguidas estas como expresión viva inmaterial, sí que en este convento sobrevive un rico patrimonio material asociado a estas; estamos hablando de un tambor, panderetas, platillos, triángulo, castañuelas, una guitarra… e incluso la grabación de las últimas religiosas que le dieron vida a este género narrando cómo fueron aquellas pastorelas que desaparecieron de la vida conventual.
Diciembre de 2023 afronta la conmemoración y la celebración de ocho siglos de belenismo, y lo hace con una declaración previa, publicada en el BOE el 15 de junio de 2022, plasmada en el Real Decreto 481/2022 de 14 de junio, por la que se declaraba oficialmente al belenismo como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, dejando así constancia de la inequívoca relevancia en nuestra sociedad, una relevancia y un arraigo identitario que aumenta año tras año.
Fernando Hualde – Etnógrafo – Labrit Ondarea