El hogar ha sido durante siglos la estructura fundamental de nuestra sociedad y el origen de nuestra forma de vida. Familia y hogar han sido sinónimos en nuestra cultura: de hecho, en lugar del término familia utilizamos la palabra etxekoak ‘los de casa’, claro exponente de la circunstancia que tratamos de ilustrar. Aunque tradicionalmente los artífices de la casa han sido los propios de casa, estos deben su nombre y su identidad a aquella, como bien nos recuerdan los hermosos versos de Xalbador. Una relación estrecha, sólida e indivisible.
Oi gure etxe maitea,
orroitzapenez betea,
zorionaren atea!
Zure altzoan iragana dut
sortzetik orai artea.
Izanagatik pobrea,
bertzeak baino hobea
ni sortu nintzan etxea.
(¡Oh querida casa, / llena de recuerdos, / umbral de la felicidad! / Guardas en tu seno mi pasado / desde que nací hasta ahora. / Aunque pobre, / mejor que ninguna / la casa que me vio nacer.)
(“Sortetxeari [A la casa que me vio nacer]”. Xalbador, 1972.)
Este conjunto está plagado a su vez de múltiples elementos, ya que la casa tradicional no es solo un edificio, sino que supone también un modelo de participación en el pueblo o la comunidad, amén de un sistema económico y jurídico singular. Es obvio que existen y han existido casas de diversas tipologías: de campesinos, pescadores, urbanas…, en general, cada una adaptada a su entorno próximo y condicionada por su tipología. Más aún, las costumbres y creencias, e incluso los oficios, se han asociado por tradición a la propia casa, creándose y marcándose, en consecuencia, el linaje conforme a las formas de vida de cada individuo y su descendencia.
A la hora de analizar el concepto de hogar o casa, podemos hacerlo de acuerdo a un sinfín de dimensiones, según se considere: cuerpo político; centro de producción, trabajo y consumo; ámbito en el que se establecen las relaciones entre mujeres y hombres; escenario de la vida material; área de transmisión cultural y de rituales; lugar de transmisión de normas y valores; y un largo etcétera. Así, la casa se nos presenta como la primera forma de articular la sociedad, lo que permite que tenga una amplia posibilidad de estudio desde diferentes puntos de vista metodológicos. Por lo demás, podríamos decir que la casa es un constructo humano, pero que es la casa la que nos esculpe.
Esta última temporada en la que hemos tenido que volver a casa, además de recordar todo lo dicho, nos preguntamos si hemos recuperado y reintegrado en nuestro día a día alguna dimensión del pasado reciente, cuál o cuáles han sido, y reflexionamos sobre sus efectos.