Apuntes de etnografía

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Surtido de cestas. Akaitze Kamiruaga

Surtido de cestas. Akaitze Kamiruaga. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Retomamos nuestro relato sobre el viejo oficio de cestero allí donde lo dejamos la semana pasada, comenzando por la materia prima utilizada para el desarrollo de su técnica de entretejido y continuando con el procedimiento de confección.

Los cesteros vascos trabajaban mayormente el castaño, aunque en función de la pieza que fueran a confeccionar también recurrían a otros tipos de madera. Por ejemplo, para sillas y asientos era más adecuado el fresno; para las patas de las sillas, el aliso y el pino; y para nasas de pesca se utilizaba la labrusca o vid silvestre, txori-mahatsa.

Generaciones anteriores de cesteros vizcainos —nos referimos en particular a artesanos naturales de Lezama y Mungia— adquirían la madera en montes vecinos; sin embargo, en tiempos de nuestros informantes, para conseguir la materia prima que precisaban solían tener que acudir a localidades gipuzkoanas como Azkoitia, Beasain… Se compraban montes de unos ocho a diez años; y las varas que brotaban de las cepas de castaño se cortaban durante el cuarto menguante de invierno. No importaba que fueran más o menos rectas, pero era fundamental que no tuvieran nudos.

Dichas varas, o palos, —gaztaina-paluak o egur-paluak— se empozaban ordenadas según su largura y grosor por dos o tres años. Después se introducían en el horno sobre unos soportes de hierro y se cocían durante horas para que la madera se ablandara y así evitar que se astillara.

Una vez horneados, los palos se partían primero en dos con ayuda de un machete, aihotza, y de una pequeña azada. Cada mitad se dividía de nuevo hasta extraer varios flejes, zumitzak, ayudándose para ello de un pie.

Dependiendo de la parte del tronco de la que procedía, el fleje resultante, debidamente pulido en el banco con la cuchilla —lantzeko kutxilloa—, se destinaba a distintos usos y recibía distintos nombres: plantoiak, josgarriak y zotzak, de mayor a menor envergadura.

Elgezabal anaiak. Akaitze Kamiruaga

Elgezabal anaiak. Akaitze Kamiruaga. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Para confeccionar un cesto se comienza por la base, azpikaldea o eperdia, utilizando para ello láminas extraídas de la parte interior del tronco, que son las más anchas, flexibles y resistentes. La prolongación de las láminas que conforman la base sirve de armazón sobre el que se van tejiendo los laterales, o aldamenak, entrecruzándolas con otras, más estrechas y rígidas, hasta conseguir la altura deseada.

Para rematarlo se coloca un aro fino de castaño, conocido como karela, doblando los flejes sobre sí mismos hacia el interior con ayuda del punzón. En caso de que sea necesario se dejan un par de huecos a ambos lados a modo de agarradero.

El cestero se encargaba él mismo de todo el proceso, desde la compra del material hasta la venta de los cestos, sin intermediarios, generalmente, y manteniendo un trato directo con el cliente.

Cestos y cesteros han caído en el olvido, pero su recuerdo permanece, resurgiendo a veces de manera inesperada o sorprendente. Y para muestra un botón, o dos. Zaran bat dagianak, bi dai, dice el refranero vasco —El que hace un cesto hace ciento, dice el castellano—, pues quien sabe hacer bien una labor, es capaz de repetirla muchas veces, incluso hacer de ella su oficio; aunque bien es cierto que ambas sentencias pueden aplicarse con sentido peyorativo, dando a entender, quizá, que quien roba una vez roba diez.

Terminamos al son de una conocida copla popular que también hace referencia al artesano cestero:

Errementari baino
hoba da zesteru,
lepo bete egurregaz
kolko bete diru.

(Mejor que herrero / es ser cestero, / quien con una carga de madera / llena su seno de dinero.)

Akaitze Kamiruaga – Departamento Herri Ondarea – Labayru Fundazioa

Los arriba expuestos son datos de campo recogidos por la autora; citamos además La cestería del castaño en Durangaldea. Juan Unzueta de Xabier Amoros, editado por Arbaso (Asociación para el Fomento de la Artesanía Tradicional de Euskal Herria), Durango, 1998; y el excelente trabajo de investigación sobre “Cestería en el País Vasco” que Karmele Goñi presentó en un congreso etnográfico celebrado en Portugal en 1966.

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