Aurora y ocaso, 1891. Henry Peach Robinson. Tarjeta postal. Archivo personal del autor.
Es evidente que la persona humana se encuentra influenciada por la estructura geográfica, el contexto social y el tiempo histórico. Toda actividad personal o colectiva en el transcurso del ciclo temporal diario (laboral o festivo) se reviste de rituales que tratan de propiciar su éxito. Se sabe asimismo que la mentalidad tradicional concibe casi todos los procesos como cíclicos, repetidos indefinidamente y sujetos a un conjunto de regularidades o constantes que han sido observadas y transmitidas por generaciones.
Los rituales de paso[1], o más concretamente, los de iniciación, van asociados a las distintas categorías de edad[2] y su devenir en el ciclo vital de la persona, pautando las varias etapas necesarias a cumplir en la vida de cada cual, sin perder la perspectiva marcada por la propia comunidad. Y sin obviar posibles ajustes o desajustes personales respecto a las demandas sociales en cada etapa y el hecho de que el grupo controlará o sancionará de forma efectiva.
De ese modo, los recién nacidos o primera infancia se ven abocados a ser sujetos pasivos de una sucesión de actividades y aprendizajes, fomentados desde su entorno más inmediato, siendo conceptuados como seres susceptibles de la máxima protección e inocencia celestial. Niños y niñas o escolares eran iniciados en un proceso de socialización incipiente y progresivo que les permitía abandonar paulatinamente la familia como agente socializador, para diversificar esa labor a otras instituciones (escuela, doctrina religiosa o el propio grupo de iguales), fortaleciendo así sus relaciones sociales.
Cortejo de boda, 1889. Mamerto Segui. Tarjeta postal. Archivo personal del autor.
La etapa juvenil se basa en una conciencia social muy acentuada, acrecentándose la participación activa en grupos y la lealtad o unidad grupal. Las características de estos grupos juveniles son variables en el número y en las categorías físicas y sociales de sus componentes, la duración puede ser de relativa permanencia, sus interrelaciones personales sedentarias son frecuentes y su finalidad se concreta en múltiples funciones manifiestas (diversión, amistad, cooperación…) y latentes (socialización informal). Los nuevos matrimonios o recién casados eran considerados como el medio potencial esencial para la perpetuación de la comunidad, en cuanto a matrimonios fértiles y regeneración poblacional.
El nacimiento de un hijo daba por finalizada la etapa de juventud, entrándose de lleno en el mundo de la responsabilidad social de los adultos, verdadero motor comunitario y detentador principal del control económico y social. Esta categoría de edad se encarga de mantener y potenciar en las diversas instituciones sociales una serie de directrices rectoras y acciones filosóficas que obligan a toda la colectividad y que se amoldan a los contextos históricos o a las visiones generacionales de cada momento.
Viudos y viudas eran sometidos a una autorregulación comunitaria de nuevos matrimonios, comportamiento concebido como desviación de la norma colectiva, y eran denunciados, sancionados o doblegados al orden social mediante diversas prácticas.
Iglesia de San Juan Bautista en Orozko (Bizkaia). José Arrue. Tarjeta postal. Archivo personal del autor.
A los ancianos se les atribuía el nivel más alto de conocimiento o sabiduría en la sociedad tradicional, detentaban el control social y eran los garantes de las costumbres y tradiciones comunitarias. Es decir, en ellos se concentraba la experiencia y la autoridad o juicio ecuánime que los años confieren.
Todas las culturas presentan una atención especial a sus difuntos o antepasados (culto a los muertos) y a la vez que se les teme por su relación con mundos subterráneos o de ultratumba, se les consideraba como miembros celestes protectores e intercesores de los suyos.
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo
[1] Arnold Van Gennep. Los ritos de paso. Madrid: Alianza Editorial, 2008.
[2] André Varagnac. La civilisation traditionnelle et la notion géographique de genre de vie. París: Albin Michel, 1948.
El texto es accesible también en euskera y en inglés, bien cambiando el idioma del sitio web, bien pinchando en los siguientes enlaces: Bizitzaren zikloa y The cycle of life.