Hace unas semanas nos ocupábamos del ciclo vital de la persona en la sociedad tradicional [Véase El ciclo de la vida] y en esta ocasión trataremos de desgranar la rueda de trasmisión del trascurso cronológico anual en sus dos vertientes de tiempo laboral y festivo.
Tal y como entonces apuntamos, es evidente que la persona humana se encuentra influenciada por la estructura geográfica, el contexto social y el suceder histórico. Sabemos asimismo que toda actividad personal o colectiva en el transcurso del ciclo temporal diario (laboral o festivo) se reviste de un conjunto de rituales que tratan de propiciar su éxito; y que la mentalidad tradicional concibe casi todos los procesos como cíclicos, repetidos indefinidamente y sujetos a un conjunto de regularidades o constantes que han sido observadas y transmitidas por generaciones.
El ciclo festivo, en su constante concatenación de estaciones y posicionamientos de los astros principales (Sol y Luna) o zodiacales, y la secuenciación de los ciclos o constitutivas celebraciones festivas van asociados a las labores o actividades productivas puntuales de cada colectividad.
Iniciamos nuestro análisis en el equinoccio de otoño, una época que marca el final del periodo de recolección en el mundo agrícola, del usufructo de pastos o de las principales capturas pesqueras, siendo una etapa de acopio y preparación cara a los rigores del invierno (principiando en San Miguel y finalizando a primeros del mes de diciembre).
Le sigue el oscuro y frio tiempo del solsticio de invierno y sus habituales inclemencias climáticas, en el que destaca la Navidad con sus singulares festejos solsticiales de sincretismo pagano y cristiano. Sobreviene a continuación un tiempo variable (determinado por la luna llena de Pascua) y sujeto a la necesidad compartida de alentar las interacciones sociales de protección comunitaria, los intercambios de deseos de buenas nuevas por especies alimentarias y la cohesión social de las personas en base a un ritual carnavalesco o con posterioridad a la temporada de sembrado: un intervalo de pautada licencia colectiva.
Al lapso inusitado de jolgorio comunitario se contraponía un periodo cuaresmal restrictivo de los enlaces matrimoniales y diversiones públicas o bien se fomentaba la depuración alimentaria. Con el despertar de la Naturaleza y los diversos rituales que lo acompañan, el mes de marzo favorece las actividades de cuidado o rituales de atención de los campos, el faenar pesquero o la desestabulación del ganado que caracterizan el equinoccio de primavera. La variabilidad de la Semana Santa conlleva la repetición de la Pasión de Cristo con una serie de rituales de protección de la vida vegetal, animal y humana. Y las celebraciones agrupadas en torno al Corpus acercan a las comunidades al solsticio de verano.
Los rituales simbólicos (agua y fuego purificadores) de San Juan son el punto de inflexión para la obtención de futuros resultados fructíferos en las capturas pesqueras, las producciones agrícolas o el usufructo de pastos destinados a los animales domésticos, más allá del periodo estival. Los éxitos anuales son celebrados por todo el grupo humano en un gran elenco de festejos patronales que enmarcan la posibilidad de consumo de alimentos o su conservación para los momentos de escasez.
Es decir, dichos procesos vitales de frecuencia anual y la regulación festiva de la vida en común, en especial, configuran en el ámbito de la cultura tradicional un ordenamiento y periodicidad de las actividades económicas o de subsistencia, sociales, espirituales o culturales de toda una comunidad.
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo
El texto es accesible también en euskera y en inglés, bien cambiando el idioma del sitio web, bien pinchando en los siguientes enlaces: Jai-zikloa betiereko itzuleran y The eternal return of the festive cycle.