En plena Guerra Civil, a comienzos de octubre de 1936, tras la caída de Gipuzkoa en manos de los rebeldes y la consolidación de la resistencia vasca, la Junta de Defensa de Vizcaya estimó la necesidad de crear un campo atrincherado que protegiese Bilbao en caso de que un nuevo ataque franquista rompiese la línea del frente establecida. Días después, el recién creado Gobierno de Euzkadi recogió el proyecto. José Antonio Agirre, a la sazón consejero de Defensa, además de Lehendakari, encomendó al comandante de Ingenieros Alberto Montaud llevar a la práctica el que sería conocido como Cinturón Defensivo de Bilbao: una obra de trincheras sucesivas, nidos de ametralladora blindados y máxima ocultación. La línea estaba dividida en cinco sectores que seguían el trazado Zierbena – Sodupe – Miraballes – Usansolo – Larrabetzu – Barrika y, en su interior, quedaba protegida la villa de Bilbao, los aeródromos de Lamiako y Sondika, el puerto con las baterías de Punta Galea y Punta Lucero, el embalse de Zollo y la central eléctrica de Burtzeña. En total, un perímetro de 80 km sobre los montes que circundan Bilbao, defendible por los 45 000 gudaris y milicianos del Ejército de Euzkadi.
Para la construcción, Montaud dispuso de unos 10 000 trabajadores con sus mandos y se apoyó en dos militares profesionales que, siendo favorables a los rebeldes, fingían lealtad a la República. Uno de ellos, el capitán Pablo Murga, fue descubierto como informante de una red de espionaje dirigida por el cónsul de Austria y de Hungría, siendo juzgado y fusilado. El otro, el capitán Alejandro Goicoechea, cambió de bando el 27 de febrero de 1937, informando exhaustivamente al enemigo sobre la localización y detalles constructivos de todos los elementos defensivos del Cinturón. Así, los franquistas conocieron perfectamente las fortificaciones en construcción: trincheras profundas con banqueta de tirador y sacos terreros, abiertas o cubiertas con troncos de pino; nidos de ametralladora blindados, construidos en mampostería y con cubierta de hormigón armado; abrigos de hormigón con aspilleras múltiples para hacer fuego; refugios en galería de mina; numerosas líneas de alambradas sobre piquetas de hierro; observatorios blindados; y otra suerte de elementos complementarios. Según Goicoechea, en el momento de su deserción, tan sólo un 40 % de la obra se encontraba terminada. Su gran aportación, sin duda, fue señalar tres zonas donde el Cinturón podía ser forzado y atravesado, por haberlas dejado él a propósito sin fortificar. Precisamente, por uno de esos puntos, entre los montes Gaztelumendi (Larrabetzu) y Urrusti (Gamiz-Fika) es por donde después se produciría el ataque.
Incapaz de tomar Madrid, el ejército del general Franco atacó el frente Norte el 31 de marzo de 1937, comenzado por el País Vasco. A pesar de la lentitud de su avance, sus tropas alcanzaron el punto débil ya señalado del Cinturón. Así, el 12 de junio de 1937, con una superioridad aplastante de 110 aviones, 180 piezas de artillería y 12 000 soldados, las escasas defensas vascas fueron arrolladas y el Cinturón roto. Una semana más tarde, el 19 de junio, caía Bilbao tras una ulterior resistencia en Artxanda. Entre tanto, la propaganda franquista creó el término ‘Cinturón de Hierro’ para dar gran relieve a su conquista. Por su parte, años más tarde, el ingeniero Goicoechea alcanzaría fama mundial por la invención del tren Talgo.
Aitor Miñambres Amezaga – Museo Memorial del Cinturón de Hierro (Berango)
Para más información pueden consultarse: Aitor Miñambres. “El Cinturón de Hierro” en Historia de Plentzia: La Guerra Civil en Plentzia y Uribe Kosta. Gonzalo Duo (coordinador). Lankidetzan, núm. 63, 2017.