Antiguamente los toques de campanas pautaban en alguna medida la vida del campesinado. Desde el alba hasta el anochecer se producían tañidos de campanas que recordaban el momento del día o daban cuenta de algún acontecimiento.
El toque del alba era el aviso para que la casa se pusiera en marcha, particularmente quienes debían salir a trabajar en la heredad o en el monte. Al mediodía las campanas de la iglesia tocaban el ángelus, momento en que se interrumpía la labor para el rezo de esa oración. Fue una costumbre extendida en toda la Europa cristiana. Recordemos el inolvidable cuadro realista de J. F. Millet titulado precisamente El ángelus. En Vasconia hasta tiempos recientes a las 12 h se interrumpían los campeonatos de pelota a mano en los frontones para el rezo del ángelus.
Un toque importante era el del ángelus del anochecer, que en euskera se conoce como abemariak, que marcaba la hora de retirarse a casa, tanto del trabajo como de la romería de la plaza del pueblo.
Un grupo de tañidos de campana que tuvo gran importancia en el pasado fue el relacionado con la comunicación de la muerte, hil-kanpaiak. Hasta donde alcanzara el tañido, la campana anunciaba a la comunidad primero el estado agónico de un vecino y luego su fallecimiento. Los toques ‘a muerto’ aportaban información sobre el difunto ya que eran distintos según se tratara de un niño, un hombre, una mujer, un sacerdote o si pertenecía a una cofradía. En algunas localidades señalaban incluso el mayor o menor estatus económico del fallecido, variando la cadencia, la duración o el número de toques. Fue habitual que quienes los escucharan interrumpieran momentáneamente la labor que estuvieran realizando y rezasen una oración por el difunto.
Las campanas doblaban por el difunto también a lo largo del día, coincidiendo generalmente con las llamadas a oración y por supuesto durante la conducción del ataúd de casa a la iglesia, a la llegada del cadáver a la iglesia y en el posterior traslado al cementerio. La persona encargada de tañer era el sacristán o el campanero en los lugares donde había un vecino del pueblo especializado en dicha labor. En localidades de Iparralde podía ser la mujer que servía a la iglesia, conocida como andere serora. Ordinariamente se utilizaban dos campanas, valiéndose únicamente del badajo para conseguir un ritmo pausado y grave. En algunas barriadas existió la costumbre de tañer también las campanas de las ermitas.
Las campanas han servido para transmitir otros avisos al vecindario: el incendio de una casa para que se acudiera en su auxilio, durante la guerra para avisar de la proximidad de un bombardeo y que la gente pudiera refugiarse, etc.
En tiempos pasados con la finalidad de alejar las tormentas y el pedrisco fue también práctica bastante extendida que el sacerdote pronunciara conjuros u oraciones desde el pórtico de la iglesia recitando unas fórmulas rituales, mientras bandeaban las campanas de la iglesia con fin protector, con tañidos tristes como a muerto. En algunos pueblos estos conjuros se hacían desde la Cruz de mayo (día 3) a la Cruz de septiembre (día 14) para preservar los campos y las casas de los estragos de la tormenta y se conocían con el nombre de ‘tentenublo’ o ‘tentenube’.
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a Ritos Funerarios del Atlas Etnográfico de Vasconia.