Antes, cuando no existían los emojis, esas caras y símbolos con que expresamos sentimientos como alegría, tristeza, sorpresa o decepción en los mensajes de texto de nuestros teléfonos móviles, en los ambientes populares se comunicaban los sentimientos mediante gritos. En el pueblo de San Martín de Unx (Navarra) este grito era el relinchido, todavía utilizado en su juventud por los que hoy bordean los 80 años. Lo practicaban los mozos para demostrar su alegría por las noches, en fiestas, de cuadrilla a cuadrilla en los tajos del campo cuando layaban la tierra o al divisar a las muchachas. Su grafía sería “¡ahiiiiiiiii, jí!”. La expresión casa con otras tan musicales como esta y tan propias de este pueblo, como de la zona colindante, aquellas de “¡auuummmm…!”, admirativa, o esta otra que acompaña al pellizco retorcido con un “¡ahiiiiiiiiiííí…!”.
La Academia también le da el nombre de relincho, por analogía con el resoplido del caballo, cuya onomatopeya sería la de “¡iiiihhhhiiiiihhhhiiii…!”, aunque el relinchido de San Martín de Unx se parece más al cacareo de un gallo cuando se pavonea.
El relincho no es exclusivo de este pueblo ni de otros navarros donde pudiera practicarse. Según Valdivielso Arce (Revista de Folklore, tomo 25a, núm. 293, 2005) es un grito entroncado con el de guerra céltico mitad sirena fabril, mitad risa forzada. Y si en Castilla le llaman relincho o relinchido, los vascos lo conocen por irrintzi o zantzo, los aragoneses por renchillido, los asturianos como rinflido o ixuxú, los cántabros riflido, richido o jujeo, los extremeños rejincho, los leoneses ijijí, ijujú y jejeo, los murcianos ajujú, los canarios ajijido, los gallegos aturuxo, los catalanes reninys y los valencianos albórbola. Este grito popular, verdadera expansión fonética, válvula de escape de la voz, pasó también a Latinoamérica como observa Dionisio Preciado. Y puede decirse que es un grito universal, practicado por muchos pueblos con distintas denominaciones, en ocasiones acompañando danzas, cuya expresión más conocida es el zaghareet de las mujeres árabes, en este caso no solo para manifestar su alegría sino también su pena, como signo de aprobación o despedida de alguien querido.
Pero este grito no es solo de carácter afectivo. En opinión de algunos antropólogos, el sentido más generalizado que se atribuye a este grito ancestral apunta hacia una motivación sexual, como un reclamo del macho para llamar a la hembra, en un lenguaje parecido al que también emplean los animales en época de celo. Añadiría yo al respecto haber oído en mi tierra la expresión “¡ihaaaa…!”, como un rugido salido de la garganta profunda de un mozo al ver pasar una hermosa chica.
Para Federico Olmeda (Folklore de Castilla o Cancionero Popular de Burgos), el relinchido o relincho, en sus diversas denominaciones, ha desaparecido por la sencilla razón de que la moda fue cambiando, quizás porque los criterios de elegancia lo aconsejaron así, porque su práctica podría delatar el origen rural, rústico, zafio y poco fino que contrastaba con los modos y maneras educados de la urbe o, muy seguramente, porque desagradaba a las destinatarias en el último caso que hemos comentado.
En contraposición al relinchido, el irrintzi es un grito estridente, sonoro y prolongado, de un solo aliento, que todavía se practica en los montes vascos para comunicarse y cualquier persona puede hacerlo resonar en fiestas, romerías y tantas otras manifestaciones en señal de alegría. Y hasta es probable que en el pasado el irrintzi jugara un efecto psicológico sobre el enemigo antes de las batallas.
Francisco Javier Zubiaur – Etniker Navarra – Grupos Etniker Euskalerria