En el artículo anterior, dedicado también al tranvía de Arratia [Véase El tranvía de Arratia: un viaje de la vida tradicional a la modernidad (1)], nos centramos en los diversos espacios que convivieron en nuestro entorno en el periodo de la revolución industrial en Bizkaia —bien fueran tradicionales, modernos o sujetos a una gran transformación—, para dar cuenta someramente de algunos aspectos del contexto social y formas de vida de aquella época. Esto nos permitió adentrarnos mejor en el escenario y el clima que se vivía dentro del tranvía de Arratia y hacer un retrato breve del mismo.
En esta ocasión queremos dedicar nuestra atención al concepto de tiempo: a saber, su percepción social y particular entre los habitantes que ocupaban esos espacios tan diferentes. Es sabido que el concepto de tiempo se aprende, en sus formas específicas, y que en dicho aprendizaje intervienen diversos procesos de socialización, en función de las características de cada sociedad. El caso es que las nociones vigentes de día, semana, mes, año, temprano, tarde, nuevo y viejo adquieren significados diferentes en contextos diferentes que, a su vez, llevan a experiencias sociales subjetivas concretas y diferenciadas.
A principios del siglo XX en el mundo rural el tiempo continuaba asociado a acontecimientos naturales como las cosechas, los solsticios, las estaciones, con sus consiguientes creencias y rituales. La vida en el caserío no tenía horarios y, en lugar de contar las horas, se valían del tiempo que transcurría entre el amanecer y el anochecer. La fuerte unión con la naturaleza establecía los ritmos y tiempos e indicaba los trabajos a realizar en la huerta, la cuadra, el monte, así como las labores de la casa. Los días eran más largos o menos en función del tiempo de luz de los mismos, que venían establecidos por los solsticios de verano e invierno. Todo esto determinaba el trabajo y la vida diaria. Una noción de tiempo que hacía énfasis en el pasado y la tradición.
La nueva sociedad moderna estableció otros parámetros y la necesidad de medir y controlar el tiempo, considerándolo un recurso, un bien a administrar, vinculado fundamentalmente al concepto de producción. Por otra parte, tiempo y movimiento son términos estrechamente relacionados, no es de extrañar que la aparición de nuevos medios de transporte también incidiera en alterar esa percepción. El ahorro de tiempo conllevaba la apertura de nuevas oportunidades.
De hecho, muchos baserritarras de la época no dejarán de sentirse como tales, pero encontrarán un puesto de trabajo en las nuevas empresas que empiezan a aflorar, a las que podrán acceder a través del tranvía, para conseguir unos recursos económicos añadidos que les ayudarán, entre otras cosas, a satisfacer la renta del caserío, pues, por lo general, no eran propietarios del mismo. Allí entrarán en contacto con ese concepto de tiempo sometido a pautas de producción.
Las mujeres, por su parte, acudirán con la vendeja a todas las ferias de los municipios en los que estacionaba el tranvía, así como al mercado de la Ribera de Bilbao, una ciudad en plena efervescencia cuyas tiendas se nutrían de infinidad de utensilios de producción en cadena y de otros productos que no tenían capacidad de producir en el caserío. Un nuevo tiempo que miraba hacia el futuro.
Desde Bilbao también acudirán hacia Arratia. La modernidad trajo consigo la aparición de las modas y algunos conceptos nuevos asociados a estas. El deporte será uno de ellos, y en el Bilbao de época comenzarán a formarse grupos de montañeros que acudirán hasta las faldas del Gorbea en el tranvía. Además, los baños, tanto en las playas como en los balnearios, serán otra actividad de moda, y en Areatza existía uno de renombre que también atraía a numerosos visitantes.
Los nuevos medios de transporte, sin duda, aumentaron el radio de acción de las personas y con ello sus experiencias vitales. El nuevo tiempo ofrecía soluciones, remedios e inventos de todo tipo que anunciaban lo que estaba por llegar.
Es evidente que las diversas acepciones del concepto de tiempo participan en la configuración de las distintas visiones de la realidad. A día de hoy, Zymunt Bauman es reconocido como uno de los sociólogos que con más acierto ha sabido describir la idea de tiempo en nuestra sociedad. Un ‘tiempo líquido’ que se nos escapa entre los dedos y donde nada perdura.
Fotografías: Cortesía de Juanjo Olaizola.