En tiempos pasados el tren fue el medio de comunicación de muchos pueblos entre sí y con la capital, ya que pocas familias disponían de vehículos particulares para desplazarse. Las localidades que no disponían de estación o apeadero, se servían del autobús, que también complementaba al ferrocarril donde lo había. Hoy día cuando viajamos en tren al contemplar a través de la ventana el paisaje nos invade un punto de nostalgia. Nos evoca un tiempo en que siendo niños viajábamos con nuestros padres.
El ferrocarril atendía al transporte de personas, mercancías y el correo postal. La llegada de familiares o amigos queridos y esperados era motivo de alegría en tanto que las despedidas eran ocasión de tristeza y lágrimas. El tren transportaba a los trabajadores y a los estudiantes a sus lugares de trabajo o de destino. Al médico especialista, al internado, al hospital a visitar a los enfermos, al circo… El tren traía los rollos de cine que se proyectaban en las salas y los llevaba de vuelta.
Los pueblos de gran producción lechera transportaban la leche en grandes cantinas a la capital, donde era recogida para su distribución a domicilio. En pueblos agrícolas, como el caso de la comarca de Gernikaldea, las regateras se trasladaban en este medio de transporte y regresaban con las mercancías adquiridas en la plaza para revenderlas en Bilbao o en otras localidades. También las pescaderas de localidades costeras, singularmente de Bermeo, venían con la pesca fresca o asada a la brasa, como las ijadas de bonito, para venderla en pueblos del interior.
La paquetería quedaba depositada en una consigna o almacén de la estación ferroviaria y en muchos casos el reparto estaba encomendado a un carretero que iba distribuyendo con un carro tirado por caballo o mula o mediante una carretilla metálica a cargo del recadista. Ambos se encargaban del reparto a comercios y empresas. Los particulares se ocupaban ellos mismos de recoger el envío.
También existía un servicio de recadistas, generalmente mujeres, que se ocupaban de traer de la capital, en tren o autobús, aquellos productos de difícil aprovisionamiento en el pueblo o de llevar bultos o realizar algún trámite o papeleo.
En verano, el tren transportaba a las familias con los niños a la playa. Los jóvenes lo utilizaban en verano para trasladarse a las fiestas veraniegas de localidades cercanas. Sobre todo los muchachos permanecían en las plataformas traseras o colgados de los pescantes. Los asientos eran de madera y quienes no disponían de billete trataban de escapar del control del revisor, a veces sin éxito.
Como el riesgo era escaso en tiempos pasados, los niños que vivían en las proximidades de la estación jugaban en los vagones al escondite u otros entretenimientos, desplazándose de unos a otros.
Segundo Oar-Arteta — Labayru Fundazioa