Se sabe que la celebración de los solsticios data de tiempos muy remotos. Pues bien, existen argumentos suficientes para pensar que algunas prácticas y creencias de nuestro pueblo podrían guardar relación con ciertos ritos solsticiales. Es el caso de una antigua tradición de Navidad que pocos guardamos y a la que dedicamos estas líneas.
Estaba muy arraigada en el país, y así lo manifiesta Barandiaran, la costumbre de quemar por Nochebuena un gran tronco de leña en el hogar. Este tronco recibía variados nombres según el lugar: en Abadiño (Bizkaia) Gabon-subila, en Zegama (Gipuzkoa) Gabon-zuzia, en Amorebieta-Etxano (Bizkaia) Gabon-mukurra, en Aezkoa (Navarra) Subilaro-egurra, en Agurain (Álava) porrondoko, en Oiartzun (Gipuzkoa) Olentzero-enborra…
El tronco, generalmente de roble, haya o encina, se escogía con antelación y cuidado. Había quien lo apartaba en el otoño y lo reservaba para Navidad; otros arrastraban con una yunta de bueyes un árbol entero hasta el fogón de la casa.
Con el tronco elegido se hacía lumbre en el fuego bajo por Nochebuena y se dejaba que ardiera hasta el día siguiente. En algunas localidades la tradición decía que debía, a ser posible, permanecer encendido hasta Año Nuevo. La familia solía reunirse al calor de aquel fuego que consideraban especial.
El pedazo que quedara a medio quemar se retiraba del hogar y se guardaba bien guardado hasta el año siguiente; si todo ello fuera consumido, se guardaban las brasas después de apagadas. A los restos del tronco de Navidad se les atribuía virtudes especiales. Creíase que protegían la casa y sus moradores, librándolos de todo mal. Algunos hacían que el ganado pasara por encima o ahumaban la cuadra con el humo que despedían para así preservarlo de enfermedades y demás peligros; otros esparcían las cenizas en las heredades para salvaguardar las cosechas. En algunas casas el tizón se encendía de nuevo cuando amenazaba tormenta como medida de protección contra el rayo.
En origen, el leño que se quemaba en los fogones de nuestro pueblo y de tantos otros durante el solsticio de invierno podría haber servido para celebrar el fortalecimiento de la luz del sol tras la noche más larga del año.
Jaione Bilbao – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
(Adaptado del tomo del Atlas Etnográfico de Vasconia dedicado a la Casa y Familia)