Apuntes de etnografía

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Interior de la cueva descrita. Carranza, 2016. Luis Manuel Peña. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

El pastoreo de ovejas es una práctica antiquísima. Ya José Miguel de Barandiaran se percató de la coincidencia de las áreas tradicionales de pastoreo con las zonas donde se concentraban dólmenes sugiriendo por ello que quienes levantaron esas construcciones funerarias fueron también pastores.

En el Valle de Carranza, debido a la naturaleza caliza de muchos de sus montes, son frecuentes las cuevas. Hasta más allá de mediados del pasado siglo XX ha perdurado la costumbre de emplearlas como refugios para los rebaños y los pastores. No podemos saber hasta cuándo se remonta esta práctica pero no parece muy alejada de las consideraciones planteadas por Barandiaran.

Las cuevas y oquedades se situaban en espacios comunales y cualquiera podía utilizarlas si bien se respetaba el derecho de quienes las hubiesen acondicionado mientras continuasen con su uso.

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Restos de la pared que cerraba la cueva. Carranza, 2016. Luis Manuel Peña. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Describimos someramente una ubicada bajo el monte Armañón. En realidad se trataba de un abrigo rocoso con una amplia boca y cuyo techo descendía rápidamente hasta quedar a medio metro del suelo. La tenían cerrada de pared de piedra y en los tiempos en que atacaba el lobo incrementaban la protección clavando palos verticales altos junto a dicha pared y entrelazando espinos. En su interior llevaban a cabo las labores de ordeño. Para poder dormir en la cueva y defender así mejor el rebaño hincaban palos verticales en el suelo y después fijaban otros horizontales a modo de litera de modo que por debajo pudiesen moverse las ovejas. Cubiertos de mantas sobre improvisados colchones de materia vegetal y lana pasaban la noche, calientes gracias también al calor que desprendían los animales situados bajo ellos y acompañados del rumor incesante que producían al rumiar.

Dos tíos del pastor que usaba el refugio descrito ocupaban en décadas anteriores otra cueva y se vieron forzados a emigrar, en su caso a Cuba, como le ocurrió a tantos otros jóvenes carranzanos por negarse al cumplimiento del servicio militar obligatorio, tras la pérdida de la foralidad a finales del siglo XIX. El apego a la tierra y a la labor que realizaban en el monte quedan reflejados en esta copla de despedida de la cueva que ellos utilizaron como refugio, no muy alejada de la anterior, y en la que tantas veces pernoctaron:

Adiós cueva de los Jornos

donde yo me divertía

con todos mis compañeros

y las mis alegrías.

Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa

Para más información puede consultarse el tomo dedicado a la Ganadería y Pastoreo del Atlas Etnográfico de Vasconia.

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