El pasado 21 de octubre, con motivo de las Jornadas Europeas de patrimonio, se presentó en Busturia el audiovisual Ermitak busturiarren alkargune eta aterpe. Al día siguiente tuvo lugar una interesante visita guiada de la mano del arqueólogo Juanjo Hidalgo por las distintas ermitas de la localidad.
En nuestro sistema tradicional, la casa ha sido el centro de la vida familiar y el barrio el de la vida vecinal. Las barriadas son grupos de casas creadas para poder hacer frente a problemas que van más allá de la casa particular, y que incumben al vecindario. Por eso, las relaciones vecinales son muy estrechas, a menudo más que las de la propia familia.
La vecindad impone a sus miembros una serie de derechos y obligaciones en todos los ámbitos de la vida. Por un lado, los vecinos deben ocuparse de los bienes comunales: montes, arroyos, caminos, etc. Es lo que se conoce como auzolan, una actividad que hace unas décadas era muy habitual. Así se arreglaban los caminos, se limpiaban los ríos y canales, se construían las escuelas de barrio y se reparaban las ermitas. En auzolan, ayudándose entre los vecinos, se realizaban también algunos trabajos como la recogida de hierba, la matanza del cerdo… Esta ayuda también se prestaba en celebraciones como bodas y funerales.
Entre estas obligaciones se encuentra la de hacerse cargo de la ermita. La mayoría de los barrios de Euskal Herria tienen la suya propia. En el caso de Busturia, esta localidad cuenta con cinco ermitas: la de Nuestra Señora de las Nieves en Parezi, las de San Bartolomé y San Cristóbal en los barrios homónimos; la de San Antonio de Padua en Abiña (situada en terreno de Busturia pero perteneciente a la parroquia de Sukarrieta); y la de Kurtzio, en Axpe. Las cuatro primeras son ermitas vecinales, cada una con sus singularidades; pero todas ellas responden a un mismo modelo: son pequeñas edificaciones con características similares a los caseríos de la zona.
Kurtzio, en cambio, pertenece al modelo de ermita-humilladero. Esta capilla está dedicada a conmemorar la muerte, y forma parte de un rito funerario que empezó a practicarse en el siglo XVI. Aquí se exponía el cuerpo del difunto en su camino a la iglesia parroquial.
Algunas de las ermitas son anteriores a las propias parroquias. La de Parezi, por ejemplo ya aparece documentada en el siglo XI.
La responsabilidad de cuidar las ermitas ha sido de los vecinos, a menudo de las mujeres que viven en la casa más próxima a la ermita. Esta responsabilidad se ha transmitido en ocasiones de generación en generación. Hoy en día, siguen limpiándola y ornamentándola para el día de la fiesta, que congrega al vecindario en los distintos festejos y actividades que se llevan a cabo.
Los vecinos han tenido especial devoción por el santo o santa de la ermita de su barrio, y ha sido habitual hacerle ofrendas y pedirle que interceda por ellos en momentos concretos. En el caso de Busturia, San Cristóbal es patrón de los chóferes; pero también se recurría a él para la cura de los males de oído. A la figura de la Magdalena de la ermita de San Bartolomé le rogaban protección para los pescadores; y a la Virgen de las Nieves le hacían rogativas para pedir lluvia en tiempos de sequía.
Estos ritos se perdieron en el tiempo, pero quedan aún personas que los han vivido y los recuerdan con orgullo. Las ermitas y la vida vecinal unida a ellas son un buen modo de conocer mejor nuestros pueblos y barrios.
Akaitze Kamiruaga
Departamento Herri Ondarea – Labayru Fundazioa
Interesante artículo.