Apuntes de etnografía

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Hoguera o marcho en la fiesta de la Ronda de Labastida, 2015. José Ángel Chasco.

Quisiera hacer una reflexión y crítica sobre el abuso que algunos etnógrafos realizan buscando interpretaciones complejas y análisis mitológicos en el origen y significado de ciertas fiestas y tradiciones. Buscan explicaciones fuera de la lógica y del sentido común. Aducen orígenes ancestrales y significados esotéricos, alejándose de la realidad de las cosas. Construyen teorías e hipótesis pintorescas, artificiales y fantasiosas. Pienso que falta cordura y que se hace un uso desmedido de obras como La rama dorada de J. G. Frazer o Fiestas populares e insólitas de Juan G. Atienza.

No faltan ejemplos de lo que trato de probar. Así la bajada o descuelgue directo de las enseñas de las localidades alavesas de Laguardia y Elciego desde los balcones de las respectivas casas consistoriales a la calle hay quien lo interpreta como un acto de soberanía, en el que las banderas de las villas no se doblegan ni se humillan ante nadie. Sin embargo, la lógica nos dice que resulta más práctico y sencillo entregárselas al síndico descolgándolas desde el balcón del primer piso, sin tener que introducirlas dentro del ayuntamiento y estar obligados a bajarlas por las escaleras. Seguro que la cosa cambiaría si la bandera, en vez de estar en el primer piso, casi a ras de la calle, estuviera en el tejado o en la parte más alta de la fachada de la casa municipal.

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Arriada de la bandera en Elciego, 2 de julio 2016. José Ángel Chasco.

Otro ejemplo significativo lo tenemos en la tradición de quemar hogueras, conocidas como marchos, la víspera de muchas festividades al anochecer. Los más ingeniosos y soñadores les atribuyen orígenes primitivos y significados mágicos, o, cuando no, rocambolescos. Argumentan que representan a los solsticios y que poseen un sentido de culto al sol y purificador.

A ciertas hogueras no digo que no pueda dárseles alguna de estas interpretaciones, pero no a todas. Su razón de ser obedece a cuestiones más pegadas a la realidad, como la de alumbrar el espacio festivo en la oscuridad de la noche en tiempos en que no existía la luz eléctrica, o la de calentar el ambiente en las noches frías de invierno. O, quizás, simplemente la de reunir a todos los vecinos ante la fascinación que posee el fuego y sus llamas como polo de atracción. Las hogueras daban luz y calor, a la vez que servían para cocer y asar los alimentos y viandas que los asistentes compartían en comunidad.

El mismo Frazer teorizando sobre la interpretación purificatoria de los festivales ígnicos escribió en 1890: “Nunca debemos intentar explicar costumbres populares recurriendo a una idea tan recóndita, si tenemos a la mano otra más sencilla y que además está apoyada por el testimonio explícito de las mismas gentes”.

Por tanto reitero que las explicaciones rebuscadas o de origen libresco-mitológico sobre el origen y significado de las fiestas deben ceder a la aplicación del sentido común ya que aquellas es más probable que sean falsas y poco acertadas respecto a estas últimas.

Quizás la solución nos la dio hace años José Miguel de Barandiaran al señalar que lo más importante en los trabajos etnográficos es recoger fielmente los datos tal y como nos los transmiten los informantes, y/o como nosotros mismos los observamos y vivimos. Recuerdo que acababa puntualizando irónicamente que las labores interpretativas las dejaba en manos de personas más inteligentes y ‘listas’, que a posteriori se encargarán de clasificar, interpretar y etiquetar más sabiamente nuestros estudios de etnografía.

José Ángel Chasco – Etniker Álava – Grupos Etniker Euskalerria

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