Apuntes de etnografía

2
Oveja con crotal. Luis Manuel Peña

Oveja con crotal. Luis Manuel Peña. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

La sociedad urbana, moderna e hipertecnificada suele contemplar al mundo rural con la suficiencia de quien cree que aquel forma parte de una etapa ya superada, allí donde aún se conservan valores tradicionales anticuados y por qué no decirlo, obsoletos. Sin embargo pocos son los que se detienen a pensar que la actividad productora que se realiza en el campo, sobre todo cuando obedece a los modernos sistemas industrializados, es en realidad una proa social, el frente en el que se llevan a cabo ‘experimentos’ que tienen que ver con el control de los individuos y la maximización de la producción, y que sospechosamente antes o después son aplicados a las sociedades humanas.

Pongamos algunos ejemplos. Todos los animales que conforman ese gremio que llamamos ganado están identificados mediante códigos alfanuméricos y chips con diferentes aspectos y formas de implantación. Desde que una cordera o una ternera nacen, se desata una cascada de controles que les acompañan hasta el día de su muerte natural o de su sacrificio e incluso más allá. Enjambres de funcionarios e inspectores comprueban todos sus movimientos generando una burocracia apabullante. Así, de una simple vaca pueden saber cuándo nació, de quién es hija, quién es su dueño, por cuántos establos ha pasado, si están correctamente cumplimentados todos los papeles necesarios para su transporte, qué crías ha parido, cuánta leche ha producido, si ha tenido enfermedades, qué medicamentos se le han administrado, qué comidas ha consumido así como la composición y el número de lote del pienso que se le ha suministrado, e incluso la matrícula del camión que se la llevó al matadero. Su sacrificio requiere abundante papeleo y más controles, y después de muerta la persecución burocrática continúa generando datos hasta que tú te comes el chuletón en una sidrería.

Collar de reconocimiento para el robot de ordeño. Luis Manuel Peña

Collar de reconocimiento para el robot de ordeño. Luis Manuel Peña. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

El robot que la ordeña calcula su peso y se lo notifica a su dueño, quien así sabe si está adelgazando. También lleva un podómetro que registra el número de pasos que da cada día. Como conoce su media estadística, si ha caminado poco es que está enferma, si ha caminado mucho está en celo. Entonces el dueño puede elegir a la carta el semen con el que preñarla. Para ello accede a bases informáticas que, dadas las características morfológicas y productivas de su vaca, permiten cruzar las mismas con los rasgos genéticos de cualquier toro que se halle en dichas bases, y el programa calcula cuál es el semen más adecuado para alcanzar las expectativas de mejora del ganadero.

El último grito lo suponen los GPS que paradójicamente controlan a las reses que deambulan ‘libres’ por el monte para conocer sus movimientos. Este último caso es atípico, porque hoy en día los animales sometidos a cadenas de producción viven en su mayoría permanentemente esclavizados en naves industriales. Sorprendentemente, de modo simultáneo se ha desarrollado el concepto de bienestar animal y otra cohorte de funcionarios se ocupa de su control generando más y más burocracia. Así que si vives en una ciudad y lees esto, vuelve a mirar el campo con otros ojos, al menos el campo industrializado, y piensa en lo que se te viene encima.

¡Ah!, se me olvidaba un matiz que sí que es importante: los animales siguen conservando su instinto de libertad y se resisten con denuedo cuando queremos instalarles chips de identificación; tú, en cambio, no solo lo aceptas voluntariamente sino que estás dispuesto a pagar una bonita cantidad de dinero por él y lo llevas con orgullo en tu bolsillo: se llama smartphone.

Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa


Comentarios ( 2 )

Deja un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~