El reciente estreno de la película vasca de este título, dirigida por Jon Garaño y Aitor Arregi e interpretada entre otros por Eneko Sagardoy en el papel del Gigante de Altzo, ha traído a la actualidad esta casi olvidada historia sobre la que algunas cosas se han dicho y escrito a lo largo del tiempo, si bien casi todas han bebido de las mismas escasas fuentes, las más importantes Serapio Múgica e Higinio Gandarias. El escritor y foklorista vasco Iztueta, contemporáneo suyo, dice que se le conocía como el ‘Gigante Vasco’.
Altzo es un pequeño municipio de Tolosaldea (Gipuzkoa) compuesto por dos núcleos de población bien definidos: Altzo Azpi (Altzo de Abajo) y Altzo Muño (Altzo de Arriba). Nuestro personaje, Miguel Joaquín de Eleicegui, vino al mundo en 1818 en el caserío Ipintza Zarra de Altzo Azpi.
Parece que al nacer no presentó ninguna particularidad, pero en la edad adulta adquirió enormes proporciones, por lo que necesitaba gran cantidad de comida y bebida para saciar su apetito. Padecía acromegalia con hiperfuncionamiento de la hipófisis. Quienes lo conocieron señalan que fue una persona de gran bondad y ejemplaridad. Dicen que tenía gran habilidad para el arreglo de carros y aperos de labranza, así como para levantar paredes a hueso.
Sus medidas se marcaron a cincel en la pared del pórtico de su parroquia, San Salvador de Altzo. La mayor altura que alcanzó fue 2.42 m y la máxima anchura con los brazos abiertos en cruz del extremo de una mano al extremo de la otra fue también de 2.42 m. Era barbilampiño y flaco y cuando más pesó fue alrededor de 203 kg. Frente a otros gigantes de la época, que presentaban deformidades físicas, Joaquín era derecho y bien proporcionado.
Cada vez que se desplazaba a Tolosa causaba gran curiosidad. Pensando que exhibiendo su físico se podía obtener dinero, con un vecino de Villabona se lanzó a buscar medios de subsistencia. Más tarde fue su padre quien le acompañó en estas andanzas. La primera salida la hizo a Bilbao para continuar después a Donostia y a otros lugares del estado español y del extranjero, aunque existe discusión sobre las fechas en que tuvieron lugar esas actuaciones. Fue visto por la reina Isabel II de España, la reina Victoria de Inglaterra, María de Portugal y Luis Felipe I de Francia.
Para presentarlo en público lo vestían de turco o, normalmente, con uniforme de general del ejército español. En 1843 se firmó una escritura entre una sociedad constituida al efecto y el propio gigante y su familia por la que tomaban por su cuenta a Miguel Joaquín durante un año para exhibirlo en público, otorgándole una serie de contraprestaciones. Una cláusula de este contrato que pone en evidencia sus convicciones religiosas reza así: “… que se le debe permitir asistir a misa todos los días de precepto, en cualquier pueblo en que se hallare”.
Cuando dejó de exhibirse, como había consumido gran parte de sus ahorros, hay constancia de que solicitó de la Diputación de Gipuzkoa una pensión vitalicia que le fue denegada. A los sufrimientos físicos que padecía se sumó el verse postrado y la no obtención de ayuda económica.
Se desconoce con certeza la causa de su muerte, que tuvo lugar en su caserío natal a la edad de 43 años. Seguramente la acromegalia le causó daños que afectaron a los sistemas vascular y renal. Algún etnógrafo ha apuntado que pudo morir de tuberculosis pulmonar. Sus restos reposan en el cementerio de Altzo.
En el Museo de San Telmo de Donostia se conservan algunos objetos de su uso personal: una silla, una horma de zapato de 39 cm de largo, dos guantes, dos sombreros de copa, un retrato a lápiz con su padre…, que sirven de testimonio para apreciar su gigantismo.
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria