Todos los cambios que ha experimentado la actividad humana pueden ser simbólicamente reflejados en la longitud de un brazo.
Cuando no se disponía de ningún tipo de máquina, el esfuerzo laboral recaía en los brazos, lo que dio lugar al término de bracero. La fuerza se representa precisamente con esta extremidad doblada por el codo y tensada hasta que sobresalga la bola que forma el bíceps. Un trabajo que no requiere fuerza pero sí destreza es el que se desplaza hasta la mano, el trabajo manual más propio de los artesanos en todas sus facetas. Si seguimos moviéndonos hacia el extremo y llegamos a los dedos, nos encontramos con un trabajo más fino aún y que está íntimamente ligado a capacidades que entran en la esfera de lo intelectual: dedos que sujetan una pluma de escribir o el pincel que plasma nuestro interior en un lienzo.
De siempre ha existido el trabajo manual que requiere destreza, si no cómo se talla una hacha de piedra, e incluso la creación artística vinculada a los dedos, pensemos en las pinturas rupestres. Solo que ahora es abrumadora la mayoría que puede acceder a ellos.
Continúa el llamado progreso tecnológico y con él avanzamos a lo largo de los dedos, con cuyos extremos comenzamos a golpear las teclas de una máquina de escribir mecánica que se hizo eléctrica y ha terminado en un teclado de ordenador. Ahora estamos inmersos en la cultura de los dedos, la digital. Pero en un progresivo alejamiento de la ‘realidad’ hemos seguido recorriendo la longitud de los mismos y nos hemos detenido en las yemas, con las que ya no presionamos teclas sino que efectuamos rápidos movimientos por la superficie de cristal de una pantalla. Nuestro vínculo con lo material ha ido quedando reducido a esta especie de caricias, pero es de suponer que el mismo terminará rompiéndose cuando las pantallas obedezcan a esos movimientos de los dedos sin que medie el contacto. Y posiblemente no acabará ahí. Llegaremos a accionar estos dispositivos informáticos solamente con nuestro pensamiento, la misma voluntad que movía el brazo, después la mano y por último los dedos. De los braceros pasamos al trabajo manual y después al mundo digital, cabe preguntarnos cómo llamaremos a esa nueva cultura.
Ander Manterola – Etniker Bizkaia – Director del Atlas Etnográfico de Vasconia
Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
Fragmento del film de Steven Spielberg Minority Report, 2002.