Una forma de encasillar a la danza que realizan los grupos del país, es denominándola “tradicional” y/o “vasca”. Esto no ha sido siempre así, como tampoco la forma de ejecución, por mucho que se intente defender la autenticidad y, con ello, la rigidez de pasos y figuras a lo largo de los siglos.
El tiempo nos indica las alteraciones, quedando plasmado en las filmaciones y en la gran cantidad de libros y artículos que han ido viendo la luz en los, al menos, cincuenta últimos años. Eso sí, si de una publicación que profundice en la coreografía por su longevidad debemos tratar, es la que se imprimió en 1824. Estamos hablando de Guipuzcoaco dantza gogoangarrien condaira edo historia… Libro firmado por Juan Ignacio de Iztueta (Zaldibia, 1767-1845).
Iztueta escribió el primer monográfico de danza guipuzcoana en unas fechas, en las que, según él, esta se encontraba en grave peligro de conservación. Además, una y otra vez, se centra en la crítica negativa hacia los tamborileros (chistularis) que interpretaban músicas no autóctonas, obligando con ello al deterioro y pérdida de las danzas propias. Su obra, a la que siguió otra, dos años después, en la que presenta partituras de melodías, es un tratado de cómo se deben realizar las 36 danzas incluidas.
Si bien lleva sirviendo como referente a dantzaris y expertos en la materia, la más que importante bibliografía creada a su alrededor no tiene parangón. Desde los trabajos relacionados con las danzas presentadas, pasando por la comparativa con el resto de las que componen el acervo de Euskal Herria, hasta los hechos y acontecimientos que formaron parte de la existencia del propio autor.
Jesús Elósegui, José Garmendia, el Padre Donostia, Jose Ignazio Ansorena o Juan Antonio Urbeltz, encabezan por importancia y detalle esa larga lista de investigadores que han desmenuzado, hasta el momento, la vida y la obra del zaldibiarra. Toda persona interesada tiene una magnífica web habilitada al efecto que contiene todo tipo de información: https://www.iztueta.com/.
No obstante, Iztueta no únicamente se dedicó a escribir, como ejecutante, además practicó y enseñó danza, teniendo lo que se considera su discípulo directo, José Antonio Olano, a los que siguieron José Antonio Pujana, su hijo Cándido y, posteriormente, Iñaki Gordejuela, y al que se considera “mantenedor” de la tradición, el grupo de danza Goizaldi de Donostia: en 2023 se cumplieron 75 años de su fundación.
Han pasado dos siglos y la realización de danzas y bailes ha cambiado sustancialmente en todos los apartados: enseñanza, metodología, exhibición, presentación, etc. Sin embargo, Guipuzcoaco dantza… ha tenido más ediciones (1895, 1967 o 1990), como si dichos cambios no hubieran afectado a la coreografía o, simplemente, el tiempo se hubiera detenido en aquella fecha.
Emilio Xabier Dueñas – Folclorista y etnógrafo