Tertulia en la tienda. Zeanuri (Bizkaia), c. 1920. Fondo Felipe Manterola. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.
Leyendo recientemente una novela autobiográfica de gran calidad a mi juicio, llamó mi atención la siguiente reflexión: “Nadie sabe si se puede vivir si no es socialmente. La estimación de los demás acaba siendo la única cédula de tu existencia”. Este pensamiento me trajo a la memoria una extensa entrevista con Koldo Mitxelena en la que afirmaba que solía acudir a la misa mayor de su localidad natal de Errenteria porque tanto antes como sobre todo después de la función religiosa se encontraba con amigos y conocidos del pueblo con los que conversaba, y ello era muy de su agrado. Recuerdo haber escuchado el mismo razonamiento de boca de nuestro padre, justificando así su preferencia por la misa dominical solemne de la parroquia Andra Mari de Gernika.
Viene esto a cuento debido a que tengo la percepción de que la vida social, que tanto favorecía la cohesión comunitaria y la asistencia mutua, ha perdido el vigor de antaño. Los modos de vida actuales han tenido mucho que ver en ello.
En primer lugar la incorporación de la mujer al mundo laboral y el que los niños sean llevados a edad muy temprana a los jardines de infancia o a la escuela, a lo que se añade que ya no viva más que una familia en cada casa en lugar de las tres generaciones que antes convivían: abuelos, padres y nietos.
Pequeños comercios de comestibles y panaderías han sido sustituidos por supermercados y grandes superficies. En tiempos pasados la gente acudía a diario a tiendas de ultramarinos y, amén de saludarse, se interesaba por los avatares de la vida de los demás: empleo, salud y enfermedad, acontecimientos domésticos ordinarios y extraordinarios…
Partida de cartas. Plentzia (Bizkaia), c. 1950. Cortesía de Iñaki Bengoetxea. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.
Otro tanto cabe decir de otros muchos establecimientos comerciales donde mientras se esperaba turno se charlaba amigablemente. Qué no se contaba en las peluquerías y barberías de otro tiempo. También en los cafés se departía largo y tendido o se jugaba a las cartas. Más recientemente, en cambio, comenzó a ser más común que las consumiciones se tomaran de pie en la barra.
Las viviendas de pisos no disponían de ascensor lo que facilitaba que al salir o entrar en casa los vecinos coincidieran y se contaran sus cuitas. El coche, o no se disponía de él o era muy poco utilizado, y los recorridos se hacían caminando.
Capítulo aparte merece el papel de la parroquia: desde la catequesis para los niños, los grupos de acción católica, las organizaciones montañeras surgidas a su amparo y tantas otras iniciativas que servían de cohesión social.
No se puede negar que ahora existen otros lugares y formas de socialización, pero en general parece que la tendencia es hacia la introspección y el individualismo. Como señala Michel Tournier, “esta creciente soledad es la plaga más perniciosa del hombre occidental contemporáneo”.
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria