Es un lugar común señalar lo que se ha avanzado en comunicación. En una investigación de campo llevada a cabo en 1997 a un pastor del barrio Bernagoitia de Amorebieta-Etxano (Bizkaia) le recogí el método que utilizaban para comunicarse.
Mientras el rebaño pastaba a una distancia razonable de la casa o del punto establecido como centro de operaciones durante la transterminancia, siempre y cuando el sitio de envío y recepción del mensaje fueran observables a la vista, utilizaban un procedimiento de mensajería que evitara los desplazamientos. Se valían de una contraseña, conocida como zeinea, consistente en extender en el prado una sábana o una prenda de color blanco mediante la cual confirmaban o desmentían algo previamente convenido.
Hoy día, no han pasado tantos años, los pastores y agricultores se valen del teléfono móvil para comunicarse.
Una transformación similar ha ocurrido en los pueblos. En nuestra infancia muy pocos comercios y casas particulares disponían de teléfono y las comunicaciones necesariamente se llevaban a cabo en locutorios públicos a través de operadoras. Para las conferencias ordinarias entre poblaciones las demoras eran largas y para las internacionales se fijaba día y hora. Algo parecido sucedía con los servicios de correos y telégrafos.
También los medios de transporte eran lentos. Los repartos de mercancías se hacían en carros de caballo o mediante carretillas. Casi nadie tenía vehículo propio, los autobuses y los trenes circulaban con lentitud, no digamos la navegación, antes de que se generalizara el uso del avión.
Tiempo después supuso un avance el servicio de télex y más tarde se extendió el empleo del fax, que permitía que simultáneamente al envío se recibieran los mensajes en el punto de destino. Las comunicaciones telefónicas se difundieron con rapidez. La mayoría de las viviendas comenzaron a disponer de teléfonos fijos, hasta que hicieron su aparición los teléfonos móviles, imponiéndose con carácter general para personas de toda edad y condición.
Hoy por hoy el ordenador es un elemento imprescindible en la comunicación, junto a internet, el correo electrónico y las redes sociales. Todo ello ha traído como consecuencia que actualmente nos hayamos situado en el extremo opuesto. La inmediatez es una exigencia de los tiempos modernos, y nuestra visibilidad y exposición resulta excesiva en muchos casos. Realmente se cumple el eslogan zarzuelero de que las ciencias adelantan que es una barbaridad. Pero ojo, que si no sabemos manejar estos instrumentos con cautela, podemos encontrarnos a la intemperie.
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria