La Cuaresma era un periodo de abstención de bailes. Para los mozos resultaba más pasadero, pero para las jóvenes un tormento, consistía en pasear los domingos o jugar a las cartas.
En los pueblos la juventud femenina, si el tiempo lo permitía, paseaba por la carretera. Si la jornada se presentaba lluviosa se juntaban en una casa a jugar a las cartas y tomaban chocolate o hacían hormigos, al toque de oración se retiraban a sus casas. Para tratar de quitarles el chocolate, los muchachos les gastaban alguna broma tal como ponerles picante en el brasero o valiéndose de una escalera robarles la cazuela de la ventana. Era una época en que no se disponía de neveras ni frigoríficos y los guisos y los postres se ponían a enfriar en el alféizar.
Las muchachas no se quedaban cortas respondiendo a las bromas con otras, dejando por ejemplo la cazuela llena de agua para que quien tratara de cogerla se diera un buen remojón.
Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Miércoles Santo, a diario por la noche se rezaba el rosario en las iglesias de los pueblos. La plegaria la dirigía el sacerdote si lo había y en su defecto el sacristán.
Todos los viernes de Cuaresma se hacía el recorrido del viacrucis por la iglesia encabezado por la cruz parroquial y dos monaguillos. Los días festivos se cantaban vísperas por la tarde, un responso por los difuntos, rosario y viacrucis cantado por la iglesia.
Después del rosario los hombres jugaban a bolos hasta el anochecer. Un juego muy popular de Cuaresma era el calderón. Los mozos se iban a la taberna y de allí algunos marchaban en bici al pueblo mayor más cercano al suyo o a Vitoria. Otros se reunían a jugar a las cartas y merendaban en la taberna o un conejo en alguna casa. En los días siguientes, en el lavadero, las mujeres ironizaban diciendo que a fulana y a mengana les había desaparecido el gato. También podía faltar alguna gallina. El día de Pascua en muchos pueblos al quemar el Judas le acusaban de que habían desaparecido varios gatos del pueblo y alguna gallina. De los pueblos vecinos solían acudir a las localidades que contaban con sala de cine. La función de las siete de la tarde de los cines de la capital, Vitoria, era muy concurrida.
En Álava estaba prohibido el baile pero si Renfe ponía tranvía de ida y vuelta a las vecinas localidades de La Puebla de Arganzón y Miranda donde sí estaba permitido, el tranvía iba siempre a tope de gente.
Isidro Sáenz de Urturi – Etniker Álava – Grupos Etniker Euskalerria