La actividad recolectora de los panales con miel —conocidos como tástanas o tástanos— que las abejas silvestres fabricaban en cuevas y grietas de zonas rocosas estuvo en tiempos pasados extendida por algunas zonas de la comarca vizcaína de Las Encartaciones.
Costumbre esta que a finales del siglo XIX recoge el escritor encartado Antonio de Trueba en uno de sus cuentos populares, “Cata-ovales”. En él describe la acción de un vecino del barrio de Labaluga (Sopuerta) para coger los tástanos que las abejas habían elaborado en las grietas de la Peña la Miel, situada en las cercanías del barrio de Labarrieta (Sopuerta). Este con un piricacho (cesto pequeño) sujetado a la cintura con la faja y dentro de él una hoz se descolgó por la peña, atando un extremo de la soga a una encina plantada en el borde del roquedal y el otro a su cuerpo. Situado en la zona donde sobresalían los tástanos de la roca, cortando y enganchando con la hoz fue llenando el piricacho, pese a los picotazos de las abejas.
Adentrados en el siglo XX, a finales de los años 1940 e inicios de los 50, vecinos de Carranza y Trucíos llevaron a cabo la depredación de las tástanas con la miel de enjambres silvestres que había en el frente calizo de Sopeña (Carranza), lugar de ubicación de una oquedad, entre otras, conocida como la Cueva los Enjambres, donde la miel afluía en abundancia por la pared del roquedal.
En esa época dos carranzanos, de los barrios de Paules y Santecilla, se descolgaron hasta esta cueva para recoger el producto elaborado por las abejas. Contaban años atrás en el barrio de Santecilla que cuando su convecino estaba recogiendo las tástanas, los que le esperaban arriba sujetando la soga a la que estaba atado le decían: “¡Manda para arriba unas tástanas!”, y este, soportando los picotazos de las abejas, les decía: “El que quiera miel, que hinque el pico”.
Uno del barrio de Cueto (Trucíos) también se descolgó hasta esta cueva, amarrado con una soga que aguantaban varios vecinos que le habían acompañado. Bajó con un balde de zinc y un saco con boñiga enrollado con alambre para prenderle fuego y hacer humo. Contaba que pocas tástanas pudo coger por la bravura de las abejas.
La última noticia que se tiene de esta actividad en el frente de Sopeña data del año 1965, cuando dos carranzanos de los barrios de Las Torcachas y Paules ascendieron por el roquedal hasta una pequeña oquedad, ubicada bajo el sitio conocido como el Aseladero de los Buitres, próxima a la Cueva los Enjambres. Provistos de una careta de apicultor y protegidas las manos con calcetines, pese a la agresividad de las abejas, llenaron una cacharra de 23 litros, hurgando con palo que introducían por un agujero en el techo de la cavidad por el que caía la miel.
Miguel Sabino Díaz – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a La Alimentación Doméstica del Atlas Etnográfico de Vasconia.