En el ámbito del conocimiento la etnografía es una materia menor (quizá por eso escribo su nombre con minúscula) por ejemplo frente a la Antropología, que por cierto tampoco tiene mucho peso en nuestro entorno dentro de las ciencias sociales y menos aún de la ciencia en general.
Somos muy pocos los que dedicamos nuestros afanes a la actividad etnográfica, a menudo en el tiempo libre que nos queda después de desempeñar otras tareas laborales. Y lo hacemos mayormente con pleno convencimiento y hasta con algo de pasión.
La Historia, así con mayúscula, es una disciplina bien asentada que analiza el devenir de los pueblos pero casi siempre desde el punto de vista de quienes la “escribieron”, es decir, de las élites gobernantes, políticas y económicas. Nuestra labor, bien al contrario, tiene que ver con una historia menor, la de la gente llana que en vez de protagonizar aquella, la importante, más bien la padece.
Creo que uno de los méritos de los etnógrafos es haber sido capaces de escuchar a esas personas que son nuestros informantes, gente humilde, tanto como pretendemos serlo nosotros, a la que nadie presta oído, bien porque son mayores, cuentan cosas que parecen trasnochadas, o suelen tener un “nivel cultural” que desde la perspectiva de la actual sociedad de la información es bajo. Pero a nosotros lo que nos interesa es su Cultura, la de verdad.
Dentro de poco se van a cumplir treinta años del inicio del primer tomo del Atlas Etnográfico de Vasconia, que lo dedicamos a La Alimentación Doméstica. De entonces a acá se ha producido un notable cambio en nuestra forma de comer, pero de algún modo dejamos constancia por escrito de un período de nuestra pequeña historia. Conocemos muy bien la Historia de los siglos XV y siguientes, los cambios políticos y económicos que acontecieron, la sucesión de reinados y conquistas, y sin embargo ¿alguien podría imaginarse lo que supondría tener en nuestras manos el equivalente a nuestro Atlas pero escrito en esas fechas y que nos contase cómo se comía justo antes de la llegada de los productos americanos que son los que después han dado cuerpo a nuestra tradición culinaria popular? ¿Un tiempo donde no se conocían las patatas, ni el maíz, ni las alubias, los pimientos, los tomates, las calabazas, el chocolate, la vainilla, el cacahuete o el tabaco? Cuán interesante sería.
Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a La Alimentación Doméstica del Atlas Etnográfico de Vasconia.