Esquilando. Carranza (Bizkaia), 1998. Miguel Sabino Díaz.
Hubo un tiempo no muy lejano en que la lana de oveja era un producto valioso. Los pastores de nuestras tierras esquilaban sus rebaños por San Juan y obtenían un beneficio económico complementario a los ingresos procedentes de la venta de corderos, quesos y ovejas viejas por octubre que suplían la carencia de carne anterior a la matanza del cerdo. Con la lana se confeccionaban prendas de vestir además de los consabidos calcetines, también los cordones de las abarcas, la melena que protegía las coyundas y el yugo de la pareja de bueyes, y cómo no, los colchones y las almohadas en los que todo el mundo dormía. La ropa de este tejido siempre ha tenido buena consideración porque es cálida a la vez que higroscópica.
Han transcurrido las décadas y han llegado otras fibras textiles, como las sintéticas de polímeros plásticos con las que se fabrica la ropa estandarizada que todos vestimos. Además ya no dormimos en colchones de lana sino en ‘sistemas integrales de descanso’, en los que un componente fundamental son los derivados plásticos. Los de lana se los llevaron ‘agentes’ de la ‘economía de la pobreza’ al grito de ‘colchonero lanero’. Ahora el vellón de las ovejas se ha convertido en un residuo carente de valor, que además no se descompone fácilmente, así que algunas administraciones han implementado un servicio de recogida como si de cualquier basura se tratase.
Escribo esto por una extraña asociación libre que haría las delicias de un psicoanalista, cuando un amigo me ha ofrecido una colección de libros. Unos chicos rumanos, miembros también de esa economía de la pobreza, que saben de su gusto por los libros, le ofrecen de vez en cuando cajas repletas de ellos a un módico precio. Se ocupan de recoger los libros que sus dueños ya no quieren, como los que acopian la lana que los pastores no pueden vender.
Los libros, hechos de fibras naturales como las que forman la lana, se han convertido en objetos carentes de valor. Hoy en día cualquier información puede encontrarse con inmediatez en el móvil y si te gusta leer puedes hacerlo en un e-book. Los dispositivos electrónicos están fabricados básicamente de plástico, y también contienen valiosos metales cuya extracción minera acarrea graves consecuencias para muchos africanos pobres, algunos de los cuales, huyendo del hambre y la muerte, se ahogan en el reino líquido de Poseidón rodeados de plásticos por única compañía.
Porque ahora, coincidiendo con la progresiva renuncia a los materiales naturales, está de moda hablar de la ingente cantidad de plástico que se mece en los mares; todos los días circulan vídeos al respecto por las redes sociales que conectan unos móviles con otros mediante una enmarañada trama de hebras digitales. Hasta que llegue otra ‘tendencia’ que la sustituya. Ya nadie quiere la lana si es basta y muchos han renunciado a los libros de papel. ¡Que viva el plástico y el trending topic!
Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa