Las llosas constituyeron una forma de organización de la tierra característica del Valle de Carranza (Bizkaia), si bien la distribución geográfica de las mismas fue mucho más amplia. Los terrenos llanos o de escasa pendiente de cada barrio carranzano constituían las tierras de cultivo, y todas las que fuesen contiguas se hallaban agrupadas y cerradas perimetralmente en su conjunto formando lo que se llamaba una ‘llosa’. Los pedazos de tierra que abarcaba más cercanos al barrio se cultivaban a maíz, en tiempos anteriores también a trigo, o a otros cultivos y recibían el nombre de ‘piezas’; los más alejados solían dedicarse a pradera y se conocían como ‘campas’.
La voz ‘llosa’ deriva del latín clausa ‘cerrada’, siendo este un rasgo que las definía. En un tiempo en que la mayoría del terreno era de naturaleza comunal y no estaba cercado, se hacía necesario proteger los terrenos cultivados para evitar la entrada del ganado que deambulaba libre. Cuando se extendió la ganadería de vacuno de leche cambió la perspectiva: se cerraron los prados para evitar que el ganado que pastaba en ellos se escapase.
Las llosas resultan muy interesantes desde el punto de vista del progresivo apropiamiento de la tierra porque constituyeron una especie de estadio intermedio entre el comunal y la propiedad individualizada en el sentido de que las numerosas parcelas que se localizaban en cada una de ellas, aun siendo de propiedad, se hallaban, como hemos dicho, cerradas conjuntamente por su perímetro, lo que obligaba a los vecinos dueños de las mismas a realizar reuniones o concejos para llegar a acuerdos a la hora de trabajar en las mismas.
En cada llosa tenían trozos de tierra todos los vecinos o la mayoría de los que poseían casas cerca. Estas parcelas eran de reducida superficie a consecuencia de las particiones hereditarias. Las separaciones entre unas y otras estaban formadas por un pequeño surco abierto en la tierra llamado riego, aunque a veces carecían del mismo y se sustituía por la línea imaginaria que unía dos ilsos o mojones. Para entrar en la llosa solía haber una barrera o lata y en el interior discurrían uno o varios caminos que permitían el acceso a los distintos pedazos de tierra. Pero dado el complejo mosaico de parcelitas que la componían, la única forma de acceder a muchas de ellas era a través de otras que pertenecían a diferentes dueños; este derecho de paso conocido como cambera lo establecía la costumbre y siempre se realizaba por donde se causase el menor daño.
Como cada pueblo contaba con más de una llosa, antiguamente estaba reglamentado que cada vecino tenía la obligación de sembrar una pequeña porción de maíz en la llosa que se destinaba al trigo, y de este en la dedicada al maíz, de modo que quedasen a ambos granos. Se debía obrar de igual modo con los cultivos del ganado. Así se intentaba garantizar la cosecha.
Teniendo en cuenta lo lluviosos que son el invierno y la primavera, lo que ocasionaba que las tierras estuviesen demasiado blandas, y atendiendo a la estacionalidad de los cultivos, la costumbre establecía los tiempos en los que se podían realizar los trabajos dentro de las llosas. Los vecinos, reunidos en concejo, se ponían de acuerdo cada año sobre las fechas concretas en que se debía abonar la tierra, maquinarla, sembrarla, recoger las cosechas, cerrar la llosa aquellos que contasen con terrenos en la periferia, incluso determinar el periodo en que había que atar todos los perros del pueblo para que no entrasen y se comiesen las panojas. En definitiva un espacio de propiedad privada donde la gestión debía hacerse coordinadamente.
Las llosas desaparecieron con la concentración parcelaria que tuvo lugar hacia 1970.
Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
Mi amigo Michel Duvert me transmitió este documento, que me interesa mucho, porque tengo conocimiento de un sistema semejante en Zuberoa que se llama elge. Esta apelación existía al menos en todo Iparralde y Navarra. Se encuentra también en el sur de Landes. En Zuberoa cada elge se dividía en dos ‘manos’ y cada casa tenía por lo menos una parcela en cada mano. Era un cultivo coordinado. Todos tenían que cultivar trigo en una mano y maíz en la otra, con una permutación cada año. Cuando la última cosecha estaba terminada, la campana del pueblo indicaba que las vacas podían entrar en el elge. Este sistema funcionó en ciertos pueblos hasta la segunda guerra mundial.
Philippe Etchegoyhen
Elge Kihilla
64130 Idaux-Mendy
Me encantó. Muchas gracias.