Se trata de un conjunto de pequeñas piedras que en tiempos pasados fueron utilizadas en el vizcaino Valle de Carranza por las virtudes curativas que el vulgo les concedía.
Nicolás Vicario, en su obra El Noble y Leal Valle de Carranza escribió acerca de ellas: “También la credulidad de las gentes sencillas concede virtud curativa a unas piedras o cuentas milagrosas que tiene un vecino de Ahedo, llamado Manuel María Garay, y que sirve una de ellas para que las mujeres que no tienen familia logren tenerla, y contra los abortos y malos partos; otra de dichas piedras sirve para tener abundante leche y no sufrir de los pechos; y la otra contra las enfermedades de los ojos y de los niños. El poseedor de tales piedras refiere una multitud de curas y resultados sorprendentes obtenidos con diversas personas que las han llevado de su casa y de otras que las tienen en su poder”.
A mediados de la década de 1980, Fe Garay, vecina del lugar de las Casas de Atrás (Ahedo), conservaba las piedras, que habían sido propiedad de su abuelo, y contaba de ellas lo siguiente:
Estas piedras o abalorios son seis:
Abalorio del santísimo rosario de la Virgen
Utilizado para corregir los flujos de las mujeres y prevenir los abortos.
Pedazo de coral rojo
Se llevaba para que no se les retirase la leche de los pechos a las parturientas.
Piedra rojiza
Se llevaba para evitar los dolores de cabeza.
Gloria de rosario
Remedio para enfermedades de los ojos. Se llevaba con el fin de conservar la vista.
Piedra de santa Casilda
Para aumentar la fertilidad de las mujeres con problemas de descendencia.
Piedra de coral
Primitivamente de una pieza. Una de las muchas mujeres que la llevaron la partió en tres, quedándose con un pedazo y devolviendo los otros dos. Se utilizaba para evitar los abortos.
Tiempos atrás, a las mujeres que padecían algún síntoma relacionado con las virtudes curativas de estas piedras, se les solía decir: “Tendrás que buscar la piedra”.
Era una vecina de Cezura, que ejercía como comadrona en el Valle, conocedora de los problemas y trastornos que padecían las embarazadas, quien se encargaba de coger las piedras y llevarlas a las mujeres, así como de devolverlas a su dueño.
La mujer que recibía la piedra, la tenía que llevar dentro de la ropa, metida en una bolsita o morralito, hasta que hacía su efecto. Se daba el caso de llevar más de una piedra.
Miguel Sabino Díaz – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria
Fotografías aportadas por del autor.