Ha sido opinión muy extendida entre las amas de casa que el invento más importante de los aparatos destinados a mejorar la calidad de vida en los hogares ha sido la lavadora. Hasta que este electrodoméstico no hizo su aparición y se generalizó, las cosas fueron muy diferentes.
La ropa blanca y la de color se lavaban separadas, esta última con más frecuencia y la blanca más espaciadamente. Antaño se acudía al río a lavar hasta que se construyeron los lavaderos públicos, que fueron lugares de reunión e intercambio de información para las mujeres. Resumidamente se puede decir que la labor se llevaba a cabo en tres jornadas: el primer día se llevaba la colada al lavadero para remojarla, darle jabón y restregarla, al día siguiente se cocía la ropa en un recipiente con ceniza y agua caliente, y al tercero se deslavaba. Había mujeres que ejercían de lavanderas o colanderas por encargo, contratadas por hoteles o familias pudientes.
La operación principal de la colada (en euskera bogadea egin, lixiba jo) de ropa blanca consistía en ponerla en una cuba de madera (luego en baldes de zinc) que disponía de un orificio de desagüe, haciendo pasar abundante agua caliente por una capa de ceniza y a través de la ropa hasta que quedara resplandeciente. Cuando se generalizó la llegada del agua corriente a las casas se comenzó a lavar en la fregadera de la cocina, utilizando una tabla ondulada de madera, jabón y un cepillo. Tiempo después aparecieron la lejía y el añil.
Para el secado se prefería el aire libre. La ropa blanca se extendía sobre la hierba porque dicen que quedaba más blanca. Si llovía se colgaba en la cocina, en el balcón o en el camarote de la casa.
En cuanto al planchado de la ropa, a lo largo del siglo XX se han conocido distintos utensilios. El más antiguo era una plancha metálica dotada de chimenea (tximinidunak). Disponía de un habitáculo con tapa donde se introducían brasas calientes de carbón o de madera. Fue sustituida por unas planchas macizas metálicas con asa (astadunak) que se calentaban en la cocina económica. Se solía disponer de dos o tres para sustituirlas según se iban enfriando. Al agarrarlas, para que no quemaran había que poner un paño en el asa. Para que la ropa se planchara mejor, se rociaba previamente con agua (uregaroa bota) y los cuellos de las camisas se almidonaban para que quedaran más tersos. Después vinieron las planchas eléctricas y más tarde las eléctricas de vapor.
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a Casa y Familia del Atlas Etnográfico de Vasconia.