Uno de los rasgos esenciales que definen a la vieja Europa es el cristianismo. Hasta tiempos recientes su influjo ha sido tal que ha modelado numerosos aspectos culturales de nuestras sociedades. Una manifestación de este culto en siglos pasados fue la vinculada a la arquitectura siendo su más espectacular exponente el gótico con catedrales que se elevaban majestuosas.
Herederos del viejo continente, ya en el Nuevo Mundo, desarrollaron en las décadas iniciales del siglo XX una innovadora cultura del consumo ligada a los supermercados, cuyo tamaño ha ido creciendo paulatinamente hasta convertirse en las “grandes superficies” que todos conocemos a las afueras de las ciudades.
En estos centros se aglutinan tiendas y otros recintos destinados a ese nuevo concepto llamado ocio, íntimamente ligado también al consumo. A semejanza de los pórticos de las iglesias donde se reunía el vecindario a cubierto, ahora las gentes pululan por los pasillos de estos centros, a cubierto igualmente y con un ambiente climatizado, disfrutando de la visión de tantos bienes por comprar.
En la sociedad moderna, las “grandes superficies” constituyen las nuevas catedrales erigidas a mayor gloria del dios dinero. En la actual trinidad capitalista: producción, consumo y beneficio, el segundo de los componentes se ha convertido en eje determinante para el mantenimiento de nuestra sociedad.
El consumo generalizado y creciente se sustenta en un proceso de explotación del entorno que tiene mucho de depredación siendo uno de sus máximos exponentes el urbanismo desaforado. Al contrario que las viejas catedrales góticas que se alzaban a la búsqueda del Dios de los cielos, los grandes centros comerciales se extienden a lo ancho de enormes superficies de tierra como reflejo del culto consumista que todo lo devora.
Luis Manuel Peña – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
Fotografías de Dcconsta (Trabajo propio, CC BY-SA 3.0) y mstudio.es.
Hace tiempo que le daba yo vueltas a esta idea. Me ha gustado verla desarrollada. ¡Felicidades!