Cuando pensamos en patrimonio cultural inmaterial, y sobre todo cuando tratamos de explicar a alguien en qué consiste esta materia, tendemos a acudir en primer lugar a aquellas manifestaciones más espectaculares o icónicas: fiestas, representaciones tradicionales y conmemorativas, música, bertsolarismo, danzas, deporte, técnicas artesanales…
Unamos ahora la variable de intangibilidad asociada al patrimonio cultural inmaterial (aunque pueda y suela apoyarse en elementos materiales) con la variable de género:
Si pensamos en manifestaciones festivas o representaciones tradicionales y conmemorativas (procesiones, escenificaciones, etc.) fácilmente reconoceremos mujeres en ellas. Su número o su grado de protagonismo variarán dependiendo del tipo de manifestación y de otros elementos patrimoniales asociados a esta. En una gran cantidad de casos su actuación se dará en papeles de gran visibilidad, desde la Virgen o María Magdalena en recreaciones de Pasión Viviente hasta las Móndidas de Tierras Altas de Soria, de origen precristiano. Se reproduce así un mensaje transmitido de generación en generación de manera fiel a la tradición en la que mujeres de la comunidad encarnan virtudes femeninas ante la comunidad.
Aunque también es posible encontrar ejemplos que transgreden cuestiones de género y encarnar figuras hasta hace poco representadas únicamente por hombres debido a su carácter masculino (desde San Miguel, en la procesión del Viernes Santo de Segura a los castillos humanos de Berantevilla) o asexuado (la bajada del Ángel, en Tudela). En ocasiones, ese acceso a un espacio tradicionalmente masculinizado se ha vivido con naturalidad dentro de la comunidad protagonista. En muchos grupos de danzas, por ejemplo, el proceso simplemente se ha asumido como algo inevitable ante la perspectiva de la que la manifestación acabara desapareciendo. En otros casos es el resultado de una lucha que se ha cobrado su peaje emocional. A veces, esa lucha todavía continúa.
Pero más allá de estos despliegues performativos existen otros ámbitos igualmente vitales para la salvaguarda y transmisión del patrimonio cultural inmaterial: el mantenimiento de manifestaciones a través de unos conocimientos artesanales (costura, exornos…); el asociacionismo o su compromiso con el auzolan que sustentan grandes eventos culturales; las recetas de cocina, los remedios caseros, los refranes que día a día van desgranando nuestras madres… Cuestiones que, de puro cotidiano, de puro femenino, pueden pasarnos todavía más desapercibidas.
Hasta que un día reparamos en ellas, y desde entonces algo en nuestra manera de mirar cambia.
Bea Gallego – Antropóloga