Al norte del valle de Salazar podemos descubrir la bella localidad pirenaica de Otsagi (Navarra) y sobre ella, a unos 1025 m de altitud, el singular paraje y santuario de Muskilda. Sobre la cima del monte del mismo nombre, se sitúa, a las faldas de la selva de Irati, la ermita románica construida en el siglo XII (restaurada en el XVII), y en su interior se conserva la talla gótica, del siglo XV, de la Virgen.
En torno a este santuario mariano pivotan una larga historia o sus leyendas, un regulado cabildo laico (renovado por Santa Lucía, 13 de diciembre, con traspaso de cargos, libros de cuentas y símbolos de autoridad) ejercido anualmente por los habitantes de Ochagavía y la posesión de un cortejo de danzantes, en grupo estructurado de ocho y dirigidos o tutelados por la especial figura del llamado ‘Bobo’. Las primeras referencias a la fiesta, su atracción o devoción de las gentes de los valles vecinos (Roncal, Zuberoa o Baja Navarra) y sus actos dancísticos se reflejan en citas documentales del siglo XVII:
En Ochagabia en estos días, azen grande regocijo con sus jublares, con danças y bailas, y también tienen muestras de armas y alardes. (1666) [1]
Item assi mismo se libran a Joseph Goiena: Juglar, tambor ocho danzantes y Vobo por la ocupación del sobre dicho dia de Nra. Señora de Musquilda dia ocho de sep. e Incluiendo la enseñanza de los Danzantes cinquenta y seis reales. (1695) [2]
Con semejante escenario y contexto, no han sido pocas las voces que ven en el peculiar conjunto añosos rituales de fertilidad, guiños a referencias mitológicas clásicas u otros derroteros. Pero no debemos olvidar que en el área mediterránea de Euskal Herria, tenemos al sur los paloteados y teatrales dances de la ribera del Ebro (similares a los del sur de Aragón) y los paloteados del Pirineo (extendidos en la Jacetania, Alto Gállego y Sobrarbe).
La celebración de Ochagavía se inicia la tarde de la víspera de la festividad de Nuestra Señora (8 de septiembre) con el paseo de los danzantes, la visita de las casas de los mayordomos del cabildo de Muskilda y las autoridades locales. Animados por los sones de los gaiteros, bailan vestidos con el clásico traje oscuro del valle salacenco y se acompañan en sus evoluciones con el ritmo de castañuelas en su alegre paseo. Acabado el oficio religioso vespertino, en la plaza local ejecutan todo el ramillete de danzas que les caracteriza: Paseoa, Emperadorea, Katxutxa, Danza, Modorro, Pañuelo y Jota.
El día de la fiesta principal, desde tempranas horas y vestidos de blanco, vuelven a recoger a las autoridades con su paseo y todos se dirigen a la ermita de Muskilda a cumplir con las obligaciones del cabildo, oír misa participando en la procesión y presidiendo el ciclo de danzas en honor a la Virgen. A la tarde, volverán a la plaza local para ejecutar de nuevo todo el ciclo de danzas del cortejo frente a la atenta mirada de la población local y foránea.
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo
[1] Iribarren, José María. De Pascuas a Ramos. Ed. Diario de Navarra, Pamplona, 2002, p. 154.
[2] Villafranca Belzunegi, Rosa y Aldaia Lizarraga, Ángel María. Danzas de Ochagavía. 300 años de historia. Ed. Mintzoa, Pamplona, 1996, p. 38. Cuentas de la basílica de Muskilda, en 1695, y primera cita que establece a Joseph Goiena, que era natural de Otsagi y actuaba como músico y maestro de danza, en una época donde se prodigaban todo tipo de coreografías en los recintos sagrados.