En tiempos pasados, en la comarca vizcaina de Busturialdea, los ocupantes de la gran mayoría de los caseríos eran arrendatarios (errenteruak). Cuando un propietario quería construir una casa nueva se decía, popularmente, que debía contar con al menos 300 robles (haretxak) para que el ayuntamiento le concediera el permiso de edificación. Eran imprescindibles además la piedra (harria) y la arcilla (buztina).
En algunos casos intervenía un arquitecto, pero más comúnmente eran los carpinteros locales (baserri-arotzak), los mismos que fabricaban los carros de transporte, quienes estaban al frente de las nuevas construcciones. Hubo también cantidad de navarros que se desplazaron a este territorio a preparar la madera, para lo cual se servían de grandes tronzadoras (arpanak).
Para levantar las paredes previamente se construían los marcos, que siempre eran de madera de roble, rellenarlos con piedra y argamasa y rasearlos con una paleta de hierro y mango de madera (zarpea). En las casas humildes algunos tabiques interiores se levantaban con varas verticales de roble o de avellano que se entrelazaban con otras horizontales, y los intersticios se rellenaban con arcilla.
Las vigas (hagak) en general y las del tejado en particular eran de roble. Los clavos más comunes eran de sección cuadrada y punta piramidal (puntaparisak), forjados mayormente en herrerías de la localidad gipuzkoana de Arrasate. Vigas y tablas se sujetaban y engarzaban con clavos de madera o espigas. Y las tejas utilizadas para la cubierta solían ser curvas, procedentes de las tejeras locales.
El piso del portal y la cocina era habitualmente de tierra; en las casas más prósperas se colocaban losas (harri-losak). Las mismas tablas con las que se cubría la cuadra servían de suelo del pajar (sabaia), tapándose los huecos entre ellas con ramas de roble y gavillas de trigo que se renovaban anualmente. Se rellenaban más las zonas de paso, para evitar las temidas caídas a la cuadra, situada justo debajo. Solía haber también en el pajar un retrete con caída directa a la cuadra.
En el suelo de las habitaciones de la planta superior, y también del comedor, se colocaba madera ancha de castaño cosida con clavos. Los peldaños de la escalera de acceso eran igualmente de madera de castaño, abiertos en la parte posterior.
Los marcos de las ventanas solían ser de roble, hechos del duramen, y por ello más resistentes a la carcoma. En las casas de cierta categoría se colocaban en los cantos bloques de piedra arenisca (hareharria), y menos frecuentemente de caliza (kareharria).
Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a la Casa y Familia del Atlas Etnográfico de Vasconia.
Muy interesante saber que construían el caserío a partir de los marcos de las puertas.
María Graciela Iriondo Echaide