Apuntes de etnografía

Bendición de las opillas de San Marcos en Irun, 1998. Autor: Antxon Aguirre.

La presente costumbre abarca o aúna diversos ámbitos de la cultura tradicional como son las relaciones parentales (en sus obligaciones e interacciones), la vía de interrelación entre las categorías de edad, las creencias religiosas y protocolos sociales, aspectos cíclicos gastronómicos o incluso elementos del derecho consuetudinario. De este modo, madrinas y padrinos bautismales (aitabitxi-amabitxiak o aita-ama pontekoak) adquirían con sus ahijadas y ahijados el compromiso pascual de obsequiarles anualmente (a veces, hasta su boda o consagración religiosa) un producto alimenticio que se conoce por karapaixoa (Debagoiena y Aramaio), garapaua (Elgeta), adar-opila (Bidasoa), aitatxi-amatxi opila (Baztán), morrodoa (Garazi), morrokotea o mokotsa (Arratia, Durangaldea y Busturialdea)… Y en la fiesta de San Marcos (25 de abril) el sanmarkos-opila (Bidasoa y Oarsoaldea), que es un bizcocho de almendra, habitual presente de las madrinas durante esta clásica festividad de bendición de campos.

Mokotsak en Areatza. Autor: Josu Larrinaga Zugadi.

Es el recuerdo de la responsabilidad (voluntaria o convenida) asumida por los padrinos y madrinas cara a la tutoría de sus ahijadas y ahijados en situaciones concretas (fallecimiento, migración, abandono o necesidad económica de los padres), en su referencial modelado y formación moral o educacional y en la supuesta afinidad o referencia (parecido físico o actitud vivencial, destino personal en base al rezo del credo o la sal bautismal, etc.). En nuestro contexto, las madrinas eran las que regalaban (desde Pascua de Resurrección a San Marcos) una torta triangular de pan casero, complementado o adornado por huevos enteros y chorizos. Las tortas de las gentes adineradas solían ser más abigarradas y las clases humildes tendían a la sencillez. En la actualidad, esta pazko-opila compite con la versión dulce. Tradición de cariz gastronómica que entre nosotros ha tenido un gran arraigo y extensión. Hoy en día, en buena parte de Europa está generalizado el huevo adornado de chocolate. Una práctica similar se observa en toda Euskal Herria, donde el huevo es un complemento en la torta pascual (tanto en la versión salada como dulce) y la tarta de San Marcos, obsequios de las madrinas a sus ahijados y ahijadas en esas fechas.

Adorno pascual en Hungría. Autor: Josu Larrinaga Zugadi.

Su uso y generalización se cimenta en la abstinencia alimentaria obligada de no consumir por Cuaresma productos cárnicos, lácteos o huevos que derivaban de un excedente de éstos en las despensas tradicionales. Además, en lo simbólico el huevo se asocia a la renovación primaveral de la vida y concretamente, en la órbita cristiana a la resurrección de Jesús. La costumbre del huevo de Pascua se extiende por Europa occidental y consiste en prepararlos para el domingo de Resurrección, llenos (crudos o cocidos) o vaciados, adornarlos y pintarlos de modo policromado para obsequiar a ahijadas y ahijados, ofertar en la celebración religiosa o colgarlos en los árboles cercanos al edificio de culto.

Este presente de madrinas y padrinos hacia sus ahijados y ahijadas ha sido propio de este tiempo naciente de primavera, relajación de costumbres de Pascua de Resurrección y del preservador ciclo de mayo. Pero se debe tener en cuenta que otro tipo de producciones similares alimenticias se presentan con distinta motivación a lo largo del ciclo anual. De hecho, las piper-opil y olata también se prodigan por la festividad de Reyes, San Blas, Carnavales (premio en el antzar-jokoa), ofrendas de Todos los Santos, clásico agasajo festivo a los sacerdotes y detalle de las chicas (en las dos variantes elaborativas) a los jóvenes que las invitaban a bailar en los generalizados Zortzikoak de la Sakana y en las singulares Erregelak de Durangaldea.

Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo