El análisis geográfico del paisaje labortano se realiza en base a tres niveles, que si bien están perfectamente definidos en la alta montaña (Garazi…), se atenúan hacia el sur en dirección al océano, siguiendo el eje de la cadena pirenaica.
Así se perfila el paisaje típico de Sara y alrededores: 1) en primer plano, los pastos de verano con las cabañas de los pastores (etxolak) se encuentran en las lindes de un bosque (robles y algunas hayas); 2) en un segundo nivel está la media montaña, donde coexisten bordas (bordak) y algunos dólmenes —desde el despeñadero Urio Harriak, a la izquierda, perforado por grutas prehistóricas, venos el torrente del sendero empedrado que sube hacia Akoka—; 3) y abajo, el nivel del hábitat permanente, catastrado e irrigado por caminos, con sus sembrados (sobre todo de maíz, pues el trigo no se cultivaba en pendientes) y praderas, es un paisaje dominado por el monte Bizkailuze y la ermita de Arantza, situada sobre el flanco del Atsulai como si de un faro se tratara y desde donde divisamos el núcleo urbano (karrika) de la villa de Ainhoa.
Este paisaje se pierde: los pastos estivales son abandonados a partir del inicio del siglo XX y regresa el bosque; las tierras comunales (herriko lurrak) de media montaña, lugar de roturos, desmontes, bordas y pastizales naturales, está sumido en plena depresión; con la clausura de las landas se prodigan los matorrales exultantes y densos montes bajos, y las pendientes pronunciadas, malamente expuestas, extienden ahora su dominio sin contención. En las tierras bajas se ha dejado ya de vivir de una economía que cada día resulta más anacrónica y, por tanto, nostálgica.
En los años 1950 había numerosos caseríos (etxaldeak) que contaban con entre 1 y 5 ha de terreno en propiedad. Desde entonces y hasta los años 1980 las pequeñas explotaciones de entre 5 y 20 ha fueron eliminadas (el 48 % en Francia entre 1988 y 2010). La aparcería se extinguió, se implantó el arrendamiento y, a la postre, muchas de las bordas arrendadas —eran conocidas con el nombre de la casa matriz de la que dependían seguido del sufijo –ko y el vocablo borda— se vendieron. El mundo rural quedó en entredicho.
Un censo de la Cámara Agraria del País Vasco —Euskal Herriko Laborantza Ganbara— muestra que desde 2010 la cuarta parte de los caseríos ha desaparecido (igual que ha ocurrido en otros lugares) y que más de 10 000 ha se han perdido. Sin embargo, el número de labradores aún en activo en las explotaciones no ha sufrido un descenso tan brutal. El caserío labortano dispone hoy día de un promedio de 28 ha de superficie agrícola útil y, a pesar de ser dos veces menor que el francés, emplea casi tantos trabajadores.
Junto al clásico productivismo destructor (de la naturaleza y las personas) sostenido por un sindicato gubernamental único, se observa la implementación de una agricultura rural diversificada que busca la soberanía y, consiguientemente, seguridad alimentaria. Fomentada por la EHLG, propicia la creación de calidad implicándose en la búsqueda del valor añadido. Se inscribe dentro de una política agraria integrada al lugar de producción y que promueve los circuitos cortos. El ser humano se diversifica y vive en este su marco de vida en oposición al productivismo industrial estandarizado, ciego y al que acompaña un cortejo de destrucción, derroche y contaminaciones potencialmente mortales. Dicho productivismo intenta meter mano en nuestra alimentación (los OGM u Organismos Genéticamente Modificados) rechazando toda labor humana.
Michel Duvert – Etniker Iparralde – Grupos Etniker Euskalerria
Traducido por Jaione Bilbao – Departamento de Lexicografía – Labayru Fundazioa