Lur-erretzea en Sara (Lapurdi). Michel Duvert.
La quema de la tierra o lur-erretzea (cosa distinta a roturar eriales o montes, en euskera lurra atera o luberritu) fue una antigua costumbre establecida en Europa. El modo de vida nómada llevaba consigo una agricultura itinerante basada tanto en el aprovechamiento de pastos y helechales como en la alternancia de cultivos cerealistas con períodos de barbecho para la regeneración de la tierra. Más tarde los campesinos (laborariak o nekazariak) se establecerían en áreas productivas ricas en humus (lur beltza). ¿Podría el término genérico larrekia referirse a las parcelas quemadas? Es esta una cuestión que la etnografía no confirma del todo.
Así surgió y se extendió la landa (larrea) en detrimento del bosque. Los montes bajos y sotobosques que actualmente lo pueblan no son vestigios de su explotación anterior, sino producto de la deforestación y erosión. Dicho paisaje no hubiera invadido las tierras de libre acceso de haber continuado el pastor a cargo de los comunales. En Lapurdi, por ejemplo, el acre (alrededor de 42 áreas) de terreno de libre acceso se valoraba en 25 francos, y 75 el cercado.
A partir de 1955 el desmonte mecánico se intensificó en lugares de media montaña y terminó por reemplazar las mencionadas prácticas ancestrales. Desde una perspectiva estrictamente productivista, se trataba de crear pasto para la obtención de leche (de ganado ovino) y carne (de ovino y bovino).
Hoy día la quema sirve para ‘limpiar’ el monte, de otro modo invadido por la maleza (sasia) y la fauna a ella asociada (jabalíes…).
El 14 de febrero de 2008, un grupo de 18 vecinos de un mismo barrio de Sara se reunió para limpiar la falda del monte Larhun. Lo siguen haciendo aproximadamente cada 4-5 años. A falta de normativa, se lleva a cabo cuando se estima oportuno. Ahora es preciso avisar al ayuntamiento, pues se han producido algunos accidentes graves (imprudencias de lugareños, caminantes…). Sin embargo, los campesinos minimizan el riesgo; según dicen, lo que hace falta es ante todo aplicar el sentido común y actuar con sangre fría…, por no mencionar la tan necesaria solidaridad.
¿Cómo proceden? Salen de mañana, provistos solamente de palas. Avisan de su presencia a gritos. Comienzan prendiendo fuego a una zona a resguardo del viento, de forma que su rápida propagación y alcance se puedan controlar. Acometen pequeños tramos de unas cuantas decenas de áreas asegurándose mediante cortafuegos. Progresivamente se avanza sobre extensiones cada vez mayores.
Otatxak. Michel Duvert.
Durante el proceso las llamas pueden alcanzar más de 10 metros de altura y convertirse en una cortina de fuego que corre por pendientes y atraviesa bosques sin que un solo árbol se llegue a quemar. Se limpiarán otros tres montes y únicamente un viejo roble hueco se da por perdido… El fuego bordea a su paso los cercados de los prados, pero ni siquiera una estaca de acacia resulta dañada.
Los grandes arbustos de árgoma (otatxak) que por su elevado poder calorífico resistían la quema eran preciados para alimentar los hornos de pan. Las árgomas más tiernas (otheak) se recogían y trituraban (junto con ortigas…) con el fin de elaborar una mezcla, llamada jokia, que en troncos vaciados (askak) que solía haber en los zaguanes de las casas (ezkaratzak) se empleaba como sustento del rebaño.
Michel Duvert – Etniker Iparralde – Grupos Etniker Euskalerria
Traducido por Jaione Bilbao – Departamento de Lexicografía – Labayru Fundazioa
Texto original en francés.
Más información podrá encontrarse en el tomo de próxima publicación dedicado a la Agricultura del Atlas Etnográfico de Vasconia.